Si deseamos cambios reales, significativos para Honduras y para nosotros, los hondureños debemos actuar con una visión compartida, coincidente en sus aspectos esenciales. Los cambios no llegarán por inercia, solamente nuestros reclamos, planteamientos, movilizaciones harán factible su arribo.
Si aspiramos alcanzar resultados positivos para el país, nuestros compatriotas, nuestras familias, debemos actuar con determinación e imaginación. Cambio significa innovar, renovar, convencidos de que debemos ser agentes de los cambios y no meros recipientes de ellos, participantes en transformaciones de fondo, significativas, no meramente de forma, cosméticas.
Para alcanzar esos cambios se requiere de una ciudadanía participativa en el destino patrio; es decir, que es necesario su involucramiento y participación cívica en los grandes temas de la agenda nacional de manera permanente, mismos que inciden en nuestras vidas cotidianas de diversas maneras.
Por eso, urge salir del marasmo, de las arenas movedizas que nos hunden cada vez más en las profundidades del atraso, miseria -material y moral-, ignominia, corrupción e impunidad. No se trata de restaurar aquello que ha demostrado ser dañino al bienestar colectivo, se requiere renovar y transformar para el bien colectivo, descartando nostalgias por un ayer ominoso, caótico, violento, nefasto en que los valores éticos quedaron destruidos.
Con capacidad y voluntad, con fe e inteligencia, con energía e imaginación -individual y colectiva- para proponer, diseñar y edificar alternativas diferentes que afecten positivamente tanto el destino nacional como el individual, con un sentido de propósito claro y definido, a fin de llegar a ser dueños de nuestro destino.
Superar los divisionismos en bandos antagónicos, mutuamente irreconciliables, construyendo un proyecto de nación en que coincidamos en sus lineamientos básicos. No perdamos la esperanza de contar con una Honduras humana, solidaria con los históricamente marginados de los beneficios de desarrollo, progreso, oportunidades.
Todo lo lograremos con la participación masiva de los electores en las urnas y el respeto irrestricto de la voluntad expresada. Ello solo es posible en paz, en unidad, en un sistema con democracia plena y participativa.