Paradigma de honradez y civismo

Los legados y lecciones que heredó José Trinidad Cabañas, el fiel seguidor de Francisco Morazán

Los legados y lecciones que heredó José Trinidad Cabañas, el fiel seguidor de Francisco Morazán, en los campos de batalla y en el exilio, continúan siendo lecciones de integridad para las generaciones de hondureños que le sucedieron en el tiempo.

Nacido en Tegucigalpa el 9 de junio de 1805, fallecido en Comayagua el 8 de enero de 1871, la razón de su existencia fue la defensa de la unión y soberanía centroamericana y de su patria chica, Honduras, de los ataques internos y externos.

Sucedió en el poder a Juan Lindo, dirigió los destinos de la nación de 1852 a 1855, distinguiéndose por su acrisolada honradez pública y privada, y por su inclaudicable defensa de la libertad de prensa.

Hoy que este derecho y garantía constitucional sufre crecientes embates por parte de autoridades civiles y militares, actuando al unísono, resulta altamente oportuno y relevante releer su pensamiento al respecto por su permanente actualidad y vigencia. “Hay un derecho constitucional en el pueblo, inherente a su soberanía, el fundamento supremo de todas las libertades públicas: este es el derecho de la prensa libre... El público es el juez, y toda coartativa es un ataque a la soberanía y la ilustración del pueblo... Yo deseo, pues, que la libertad de la prensa sea de hecho ilimitada, y que mi administración sea censurada de cualquier manera, siempre que ella desagrade a mis conciudadanos.

Para que yo pueda conocer la opinión, para que pueda saber mis extravíos, os encargo que me iluminéis con la razón de vuestros escritos, que me corrijáis con vuestra censura.

Lejos de reprimir, ni aún indirectamente, vuestro soberano derecho, me aprovecharé de vuestras luces y opinión, veré con la tolerancia más completa aun los desahogos de la pasión y la causticidad de los partidos.

¿Y por que? Es porque siempre deben servirme de norte aun las opiniones de los que pudieron ser mis enemigos; es porque estoy seguro del buen sentido y de la justicia del pueblo hondureño, es porque quiero que mi conciencia pública nada tenga que temer del juicio de mis conciudadanos; pero sobre todo, es porque quiero siempre concertar mi Gobierno y medirlo en la balanza de la razón pública.

Yo os protesto, conciudadanos, que si por accidente llego a comprender y a convencerme por el examen diario que me propongo hacer del estado de la opinión, y para el cual quiero que esta se manifieste francamente, aunque sea desbordándose, que el juicio de la generalidad o de la mayoría desaprueba mi administración; o bien porque crea que me he separado de mis deberes y de mi programa, o porque este no satisfaga sus deseos y sus esperanzas, os protesto, digo, que en cualquier época de mi período volveré sereno a mi vida privada sin turbación y sin escándalo.

No seré yo, a fe, el que permita en mandaros contra vuestra voluntad o pérdida ya vuestra confianza” (Comayagua, marzo 2, 1852. El presidente del Estado de Honduras a sus conciudadanos).

Solamente una personalidad superior, imbuida de suprema dignidad, principios y normas éticas es capaz de dirigirse a los gobernados en estos términos -directos y rotundos-, que continúan siendo paradigma de valores reservados a quienes piensan y actúan en función y para provecho del bien colectivo.

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