Cualquier intento por manipular y perpetrar fraude en los resultados electorales, con el propósito de favorecer a determinadas candidatas y candidatos a cargos de elección ciudadana, constituirán un delito penado por la ley; además de un sabotaje directo en contra de los electores, quienes de manera inequívoca han expresado su derecho a depositar su voto por los compatriotas de su preferencia.
Aquellos, sean de condición civil o castrense que estén tramando tal atentado, están aún a tiempo de desistir de tales maquinaciones que pueden revertirse en su contra, afectando irreversiblemente su imagen y credibilidad ante la ciudadanía. Recurrir a tan deleznables maniobras evidencia que quienes las planifican han agotado su poder de convocatoria y representatividad, con ello su razón de ser y existir como alternativa política ante el tradicionalismo partidario. Se autodesprestigiarían para desembocar en un callejón sin salida, revirtiendo a más de lo mismo; es decir, prácticas tradicionales de clientelismo, corrupción, impunidad y secretividad.
Lean y escuchen la excitativa formulada por la presidenta del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep), Anabel Gallardo, puntual y patriótica: “... pedimos a los políticos y a los organismos electorales que no construyamos para dividir más al país”, exhortando a evitar la difusión de información negativa que genere conflictos entre los candidatos o incremente la incertidumbre electoral actual”.
Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha reiterado su compromiso de “promover elecciones transparentes, pacíficas y libres de violencia política y de género”.
De nueva cuenta, el PNUD contribuye, de diversas maneras, a conciliar a la familia hondureña, a fin de encontrar temáticas coincidentes que unifiquen criterios inicialmente divergentes, en aras de la paz social y la profundización de nuestro frágil sistema democrático.
Así que aún hay tiempo de reflexionar y ponderar si se debe persistir en causarle daños a la coexistencia pacífica de sus compatriotas, lo que significaría retornar a épocas aparentemente superadas del enfrentamiento directo entre hermanas y hermanos, que han causado luto, dolor y lágrimas.