Nuestras compatriotas diariamente se ven expuestas a diversas formas de agresión por parte de los hombres: violaciones, presiones psicológicas, físicas, económicas, acoso sexual, amenazas, agresiones, difamación, coerción, intimidación, burlas, menosprecio, feminicidios, con casi total impunidad protectora de los hechores.
El irrespeto a sus derechos humanos es ignorada, subestimada, no reconocida en toda su trágica dimensión.
También las mujeres que incursionan en política se ven expuestas a diversas formas de machismo, por lo que el llamado del representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Richard Barathe, en el sentido de prevenir la violencia política resulta puntual y oportuno, máxime en este año electoral, en que ya han ocurrido incidentes que reflejan la alta polarización que divide a la familia hondureña.
No solo candidatas a cargos de elección popular y funcionarias desempeñando cargos públicos son afectadas, también cualquier dama que intenta ejercer sus derechos políticos o participar como militante, activista o simpatizante en un partido político, sea en elecciones, formulación de políticas, organización de concentraciones a nivel local, regional, nacional.
Las consecuencias de la violencia contra las mujeres en la política destacan el incremento de dificultades para construir democracia y ciudadanía; el refuerzo de los estereotipos y roles tradicionales asignados a ellas; reducción en la participación de las féminas en los procesos políticos; irrespeto a su dignidad como seres humanos, y el debilitamiento de la lucha por la igualdad de genero. Recuérdese que las mujeres hondureñas representan mas del 50% de la población total, por lo que el intentar excluirlas y/o marginarlas de su participación plena, activa, equitativa en la vida de la nación resulta imposible. La idea aún vigente de que la participación femenina en política no es “cosa de mujeres”, es totalmente falsa, herencia de una sociedad patriarcal que se resiste a desaparecer. Más mujeres deben ser animadas no solo a participar en política, también a ocupar cargos de decisión, superando así las desigualdades existentes al interior de los distintos partidos, que deben promover condiciones que impulsen la plena participación femenina: como votantes, candidatas, representantes electas, funcionarias designadas, con sus propias voces y planteamientos, sin temor a la violencia, amenazas, represalias. Urge que todos adopten medidas correctivas para que la violencia contra las mujeres, tanto en política como en cualquier otra actividad, sea definitivamente inaceptable y para siempre descartada.