Para los millones de católicos en el hemisferio occidental es motivo de especial orgullo y satisfacción que hayan sido electos dos papas nacidos en el Nuevo Mundo: Francisco en Argentina, León XIV en Estados Unidos, poseedor de doble nacionalidad, estadounidense y peruana.
La identificación entre ambos, a nivel personal e ideológico, indica que habrá continuidad en sus visiones y enfoques respecto a temáticas tan relevantes como la paz, los pobres, migrantes, cambio climático, con una proyección social que revista carácter urgente, dado que las brechas en las desigualdades entre los que poseen riquezas y poder desmedidos y los que, siendo mayoría, subsisten en la marginalidad y exclusión crecen aceleradamente, en ambientes marcados por las guerras, desastres naturales, desempleo y subempleo, que reducen angustiosamente las alternativas existentes, induciendo a migrar al primer mundo, en donde encuentran cada vez más difícil poder ingresar y acceder a oportunidades básicas: fuentes de trabajo, programas educativos y sanitarios, que hagan posible una vida digna y decorosa.
El racismo, la xenofobia, el rechazo a las diferencias culturales y el fundamentalismo, militan en contra de las aspiraciones de los desheredados, de los de abajo, de los invisibilizados.
En su primer mensaje, dirigido a la ciudad y al mundo, León XIV declaró: “... Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cerca especialmente de quienes sufren”.
Palabras puntuales y necesarias, solidarias y esperanzadoras, ya que los conflictos bélicos lejos de disminuir van aumentando sin visos de solución, sea en Gaza, Ucrania, Sudán, India y Pakistán, y los intentos de negociación han colapsado ante la intransigencia y el afán de conquista y expansión territorial.
La labor misionera y eclesial de León XIV durante las tres décadas vividas en Perú constituyeron para él una toma de conciencia, al estar en contacto diario, en un país hermano que al igual que el resto de naciones latinoamericanas hace frente a complejas problemáticas socioeconómicas y políticas que impactan a sus habitantes.
Es así que las vivencias y experiencias acumuladas constituyeron un permanente aprendizaje y experiencia existencial, concluyendo con nuestro bardo Roberto Sosa que los pobres son muchos y es imposible ignorarlos, y compartiendo el verso del prócer y apóstol José Martí: “Con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar/...”.
Dos corrientes se manifiestan claramente al interior de la Iglesia Católica, con más de 1,400 millones de fieles esparcidos en los cinco continentes: la progresista y la conservadora. Su mediación, para encontrar el punto de equilibrio, consenso y concertación, pondrá a prueba su habilidad de lograr encontrar convergencias que permitan la indispensable unidad a lo interno para superar las actuales diferencias en cosmovisiones y estrategias.
La labor administrativa que le encargó Francisco en el Vaticano, a nivel de obispos, le será de ayuda para ir construyendo puentes y diálogos entre ambas posiciones. Adicionalmente, como estadista y diplomático, debe consolidar y ampliar las relaciones de la Santa Sede con el planeta, labor importante realizada por su predecesor, con otras religiones y otros Gobiernos.