La nave zarpó exactamente un 27 de enero de 2022 con clima propicio para la navegación, con los mejores augurios por parte de la población, que anhelaba fervientemente llegara a destino final sin contratiempos, entregándoles a las nuevas autoridades, escogidas en comicios libres y transparentes, un país en ruta hacia el bienestar colectivo, con indicadores sociales y económicos en salud, educación, seguridad, empleo superiores, en calidad y cantidad, a los del pasado reciente.
Lamentablemente, ello no ha sucedido y hoy se encuentra inundado, a babor y estribor, con el timón y los motores averiados, con peligro inminente de colapsar, por daños provocados por quienes son responsables de conducirlo, contra viento y marea, a su destino final.
Su rumbo ha sido desviado, con el peligro de hundirse en las profundidades oceánicas. Su norte y su brújula erraron el rumbo inicial, desviándose hacia lo ignoto.
Y no por impericia de la tripulación, la responsabilidad corre a cargo de la capitana y sus oficiales, responsables de conducir a puerto el buque, sin desviar su ruta hacia arrecifes ni témpanos.
La corrupción e impunidad, la ausencia en el rendimiento de cuentas, la manifiesta incapacidad e improvisación en el arte de navegar, crecientemente pasan factura, de manera tal que los hondureños, en gran mayoría, exigimos un relevo y un cambio de rumbo, convencidos de que, de no haberlo, ya no solo la embarcación pero también quienes aguardamos en el muelle expectantes, corremos peligro inminente de perecer en procelosas aguas, contaminadas de fanatismo, intransigencia, intolerancia hacia las voces críticas y propositivas que oportuna y periódicamente han señalado los distintos riesgos que han acechado su trayectoria.
Pero estos clamores lejos de ser tomados en cuenta, sus demandantes han sido injustamente vituperados, y hoy contemplamos las consecuencias de tal dogmatismo, pese a haber declarado “que el hondureño y la hondureña sientan la presencia de un Estado garantista de sus derechos donde se pueda vivir en paz... que se pueda hablar con libertad y sin represalias”.
Todavía quedan cinco meses en los cuales podrían trabajar en retomar el rumbo de la nación, centrando las actividades pendientes en la atención de las demandas de los millones de hondureños, que exigen salud, educación, empleo y vivienda digna. Nunca es tarde.