Los hondureños acudieron ayer en masa a las urnas para elegir a las autoridades que dirigirán las riendas del país el próximo cuatrienio, dejando de lado todos los obstáculos que surgieron en los días previos a la elección para llenar las urnas con sus votos, demostrando con ello su vocación pacífica y el apoyo irrestricto a la democracia.
Si bien a lo largo del proceso no todo fue sobre ruedas, ya que se presentaron problemas con el sistema biométrico en algunas urnas, lo que retrasó el proceso de votación, no desanimó a los presentes en las largas colas que debieron hacer por varias horas hasta lograr su objetivo de votar.
El elector en la urna ha dejado un claro mensaje a la clase política de rechazo a la polarización que marcó la campaña y un llamado a no seguir profundizando posiciones antagónicas, que son siempre la antesala de actos violentos de imprevisibles consecuencias para la indispensable gobernabilidad, convivencia pacífica y el Estado de derecho.
La voluntad de los electores debe ser respetada por las fuerzas políticas que no han resultado beneficiadas con el apoyo popular.
Una vez terminada la elección el camino a seguir, de inmediato, es el de proceder al nombramiento de un equipo de transición, integrado por funcionarios de alto nivel del actual Gobierno y por delegados del próximo régimen que lo reemplazará, a efecto de que el traspaso se lleve a cabo de manera ordenada, eficiente y funcional.
Deben darse a conocer y compartir toda aquella información relevante: proyectos iniciados y aún no finalizados, reservas monetarias existentes, préstamos negociados y aún no aprobados por el Congreso, monto real de la deuda interna y externa -con cifras actualizadas y fidedignas-.
Debe iniciarse una etapa inédita de transformaciones reales no cosméticas que permitan recuperar la confianza y la credibilidad, hoy en crisis. Solamente la permanente interacción entre gobernante y gobernados posibilitará detener aún más el deterioro de nuestra frágil y endeble democracia.
Ahora es la hora de iniciar con el proceso de reconciliación de la familia hondureña, sin vencedores ni vencidos. La hora de comenzar a impulsar las políticas públicas necesarias para la atención de los problemas que golpean a la población.
El anhelo de una lucha frontal contra la corrupción, del manejo transparente de los fondos públicos, de políticas que generen la creación de puestos de trabajo, son solo algunas de las demandas de quienes los han elegido.