Wilson, el chileno de las camaroneras

Como probablemente no lo saben, el sur ganadero y atrasado fue derrotado por las exigencias de las reformas que sufriera el país en la década de los setenta y los ochenta del siglo pasado.

Honduras y Chile han sido diplomáticamente muy cercanos. La primera Escuela Militar la creó Oyarzun, un chileno. En los cuarenta del siglo pasado, una misión de educadores chilenos renovó dinámicamente la educación nacional. Después, en 1973, en la caída de Allende y cuando Rafael Leiva Vivas, embajador nuestro en Santiago, dio asilo a muchos perseguidos por la dictadura de Pinochet, Honduras los recibió generosamente. La Unah los incorporó a la cátedra, insuflando una bocanada de oxígeno a las visiones que teníamos del mundo y la forma de abordarlo. Otros fueron asesores destacados en el proceso de la Reforma Agraria, como Enrique Astorga Lira. Y otro, un periodista, hizo armas en “Tiempo”, que ilustró y le dio brillo al arte de escribir columnas. Desafortunadamente, dos años después, Melgar Castro inició una cacería contra los chilenos, la mayoría de los que fueron expulsados del país.

Afortunadamente, no todos los Gobiernos han tratado mal a los chilenos que recalan en Honduras. El mejor caso es el de Víctor Samuel Wilson, un hombre que acaba de fallecer en los Estados Unidos, cuando todavía se esperaba mucho de él, y que, entre muchos de sus méritos, fue el que le dio dinamismo y fuerza a la camaricultura del sur hondureño, mejorando sus operaciones, aumentando el empleo y dándole más oportunidades al país en el rubro exportador.

Como probablemente no lo saben, el sur ganadero y atrasado fue derrotado por las exigencias de las reformas que sufriera el país en la década de los setenta y los ochenta del siglo pasado. La ganadería no daba empleo; y la zona costera no era buena sino para el algodón –que en 1969 fue abandonado porque la mayoría de los empresarios eran salvadoreños– o la caña de azúcar. Los empresarios sureños y capitalinos recibieron con interés la pretensión de los ecuatorianos que querían invertir en el cultivo de camarón a orillas del golfo de Fonseca.

Ahora, el sur es sinónimo de camarón. De los ganaderos solo han quedado los caballos y los jinetes de fin de semana que llenan de alegría las miradas de los vecinos de las ciudades del sur del país. El ganado se maneja en las zonas altas, y el maíz mezquino y huidizo ratificó su condición de cultivo de subsistencia.

Wilson se integró al esfuerzo por mejorar la productividad y los resultados. Animó a que se agregara valor al producto y buscó en el nicho de Taiwán, el mejor espacio para la producción, la que llamó la atención incluso a los mexicanos, que no creían que los hondureños fueran capaces de lograr los resultados que exhibían, por lo que acusaron a Honduras de triangular la producción, sin pruebas suficientes para probarlo.

Pero, además, Wilson les dio una voz viril a los debates. No solo defendió las operaciones, celebró las medidas gubernamentales positivas y se opuso a las dañinas, sino que desde la dirección gremial se opuso al relato de los que desde siempre –porque esto no es de ahora, sino que un mal endémico– acusan a los empresarios de no pagar impuestos, sin que los políticos nos prueben que ellos sí honran sus obligaciones. Y son limpios en el manejo de los recursos públicos. Recuerdo a Wilson plantándole cara a Marlon Ochoa cuando fuera secretario de Finanzas en un foro de Canal Cinco. Cuando le oí me di cuenta de que era un hondureño cabal, comprometido con el futuro nacional y defensor del presente de los empresarios de Honduras. Uno de los grupos más maltratados del país. Su muerte ha sido una enorme pérdida. Siempre duele cuando los buenos chilenos se van de nuestro lado.

las columnas de LP

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