Saber descansar

Siempre me han parecido poco inteligentes las personas que se jactan de que llevan meses, o años, sin tomarse al menos unos días de vacaciones.

  • 08 de abril de 2025 a las 00:00 -

No importa el tipo de actividad laboral que desarrollemos, intelectual o manual, es necesario, indispensable, que hagamos las pausas que nos permitan tomar aire, recargar energía, para poder seguir adelante.

Siempre me han parecido poco inteligentes las personas que se jactan de que llevan meses, o años, sin tomarse al menos unos días de vacaciones. Lo cierto es que, en la medida en que pasan las horas, se reduce la capacidad física y mental, se pierde lucidez y se acaba por hacer las cosas de cualquier manera. Cuando no se descansa, cuando se le roban horas al sueño, por ejemplo, realizar una actividad puede tomar el doble del tiempo del que tomaría si se estuviera descansado, por lo que, al final, se pierde efectividad y se incrementa el cansancio. Más de una vez lo he repetido en este espacio: el cuerpo y la mente son como una cuerda, se tira de ellos permanentemente y terminan por romperse. Un cuerpo y una mente agotados producen mal humor, respuestas desabridas, pequeñas o grandes agresiones orales, comentarios ácidos, clima poco apetecible.

Digo lo anterior de cara a la semana que se avecina, la Semana Santa. Si bien es, sobre todo, un breve período cargado de significado espiritual también es un tiempo para dejar de hacer lo que habitualmente se hace y optar por lo desacostumbrado: practicar senderismo, visitar a la familia, regresar al pueblo, ir a la playa, recorrer alguno de los rincones encantadores que tiene este país, quedarse en casa leyendo o escuchando música o echando las siestas que durante la semana ordinaria resulta imposible tomar. Lo que no hay que olvidar es que descansar no es dedicarse al “dolce far niente”, como dicen los italianos, a no hacer nada, porque lo que realmente descansa es cambiar de actividad. Lo otro, el dar lugar a la pereza, a la inmovilidad, a la abulia, nos deja peor que antes: más cansados, sin ninguna gana de volver a la actividad normal, con efectos más bien contraproducentes.

Un descanso inteligente también exige cierta planificación. Porque, además, una semana se pasa muy rápido, y corremos el riesgo de llegar al Domingo de Resurrección sin haber hecho nada de los pensado. De ahí que hay que definir una agenda, lo suficientemente flexible como para que no se convierta en camisa de fuerza, pero que, al menos, oriente estos días. Pero que hay que descansar, hay que descansar. El cuerpo, la mente, la familia, los amigos, los colegas lo agradecerán.

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