¿Acaso realmente hay principios que trascienden el tiempo en que fueron escritos? Contestemos esta pregunta con dos autores.
El primero es Esopo, que fue un escritor griego que, 60 años antes del nacimiento de Cristo, escribió fábulas, un género que protagonizaban animales atribuyéndoles rasgos humanos, con la intención de sacar una enseñanza. Y aunque se sabe poco de su vida, se cree que nació en Frigia y que fue esclavo por muchos años. Se le atribuye la autoría de unas 600 fábulas. Aquí, tres de las más conocidas.
La liebre se burlaba de la lentitud de la tortuga y, confiada en su velocidad, aceptó encantada competir con ella en una carrera. Durante el trayecto, confiada, la esperó bajo un árbol y se quedó dormida. Despertó con la algarabía con que los animales celebraban el triunfo de la tortuga. Enfatizó que la constancia y la disciplina vencen al exceso de confianza.
Un león atrapó un ratón, pero decidió liberarlo. Tiempo después, el león quedó atrapado en una red y el ratón, royendo las cuerdas, lo liberó. La conclusión es que la bondad es mejor que subestimar el tamaño de los demás.
Un perro llevaba un trozo de carne en la boca. Al ver su reflejo en el lago, creyó que otro perro tenía un trozo mayor. Intentó arrebatárselo y, al hacerlo, el suyo cayó al agua, perdiéndolo. ¿La moraleja? Valorar lo que tenemos nos protege de la perniciosa codicia.
El segundo autor es Dale Carnegie, el hombre que dio origen a la mundialmente conocida organización que lleva su nombre, quien escribió en 1936, en su libro Cómo Ganar Amigos: “Interésese sinceramente en los demás”. Y bien sabe Dios que muchas personas han cambiado sus vidas aplicando este y los demás principios de este fascinante libro.
¿Cree usted que tanto las enseñanzas de las fábulas de Esopo como los principios de Dale Carnegie siguen vigentes hoy en día? Concluirá conmigo en que sí hay principios intemporales y que mantienen su vigencia no importa en qué tiempo fueron escritos.