En Honduras, hablar de elecciones es hablar de confianza. El reglamento de observación electoral, aprobado para las generales de noviembre de 2025, busca dar certezas. Sin embargo, se queda corto: sigue atrapado en la observación tradicional, la que vigila urnas, mesas y actas, sin atreverse a abrir la caja negra donde hoy se juega la verdadera batalla: los sistemas digitales.
El temor ciudadano no es solo que falten observadores internacionales, sino que el fraude se esconda en algoritmos invisibles, en transmisiones adulteradas o en servidores vulnerables.
El reglamento guarda silencio en el punto más sensible. Mientras en México el INE permite auditorías externas a su Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), en Colombia la Misión de Observación Electoral participa en la verificación técnica del software, y en Paraguay misiones internacionales acompañan las pruebas de transmisión de resultados, Honduras parece confiar en la fe más que en la verificación. La pregunta es clara: ¿quién observa la tecnología electoral? Si no se definen observadores técnicos independientes, si no se permite auditar los sistemas ni se garantiza acceso a información en tiempo real, el reglamento se convierte en un ritual vacío.
El pueblo verá llegar actas escaneadas, cifras en pantallas y comunicados oficiales, pero nadie habrá tenido la capacidad de certificar que ese flujo de datos no fue manipulado. La democracia no puede depender de la confianza ciega. Requiere ojos digitales que acompañen a los ojos humanos en las urnas. Requiere auditorías previas, mecanismos de ciberseguridad y respuestas obligatorias a las alertas que surjan en la observación. Y ahora, más que nunca, requiere entender que la inteligencia artificial también puede ser un arma de doble filo: usada para detectar patrones de manipulación, pero también para perfeccionar fraudes invisibles si no hay vigilancia independiente.
El verdadero desafío no es redactar reglamentos, sino transparentar la tecnología que sostiene la voluntad popular y permitir la observación técnica informática electoral.
Habrá tiempo de corregir este vacío: incluir la observación técnico-informática y prever el impacto de la inteligencia artificial serían las mínimas salvaguardas para reducir la desconfianza y blindar el proceso electoral frente a los temores del fraude digital.