No existe otro camino

Y las causas principales de esta situación son, sin duda, la intolerancia, la falta de respeto, a la opinión, al punto de vista, a la concepción del mundo y sus asuntos que pueda tener el otro.

  • 24 de junio de 2025 a las 00:00 -

En los últimos días, me he hecho el propósito de evitar la revisión constante de las noticias nacionales y mundiales; tentación difícil de vencer, aunque tanto lo que está sucediendo en Honduras como fuera de aquí rápido nos robe la paz y nos ponga nerviosos, con todo lo que eso significa para la propia serenidad y para la de los ambientes en los que nos movemos.

Con tanta mala noticia no es de extrañar que la ansiedad y la depresión, las dos más extendidas dolencias de las últimas décadas, se vuelvan más comunes. Hay una crispación generalizada que no le hace bien a nadie.

Y las causas principales de esta situación son, sin duda, la intolerancia, la falta de respeto, a la opinión, al punto de vista, a la concepción del mundo y sus asuntos que pueda tener el otro. El diálogo ha sido sustituido por la descalificación y el insulto, y la delicadeza en el trato, la calidez humana, por el grito y las voces destempladas. Las redes sociales, ya he usado alguna vez esta imagen, son auténticas nauseabundas fosas sépticas que, en sus mensajes, superan, por mucho, a los sapos y culebras que solían sustituir a las palabras malsonantes en las viñetas clásicas. De ahí que, el ayuno de semejantes discursos me apetece cada vez más. De hecho, desde hace tiempo he dejado de ver algunos noticieros y me ilustro al respecto con resúmenes que encuentro en un par de fuentes.

En este país, y, evidentemente, fuera de él, mucha gente parece haber olvidado que no existe otro camino para la convivencia civilizada y para la búsqueda con probabilidades de éxito de la paz y la felicidad personal y colectiva que el respeto y la tolerancia. Y, para evitar confusiones, claro está que tolerar no significa de ninguna manera darle a todo el mundo la razón, pero sí entender que los demás tienen derecho a pensar y opinar distinto y que el único dueño de la verdad es Dios. Y esto último será más difícil de digerir para los que se confiesan ateos, que hay algunos por aquí.

En el matrimonio, en la familia, en el círculo de amigos, entre compañeros de trabajo, es normal y natural que se vea la vida desde ángulos diversos, y hay que ser muy poco racional para no aceptar esta realidad. La imposición, la defensa del pensamiento único, en cualquier ámbito, es inhumano. Una pretendida superioridad de una forma de pensar por sobre otra en temas opinables, como la política, solo cabe en una cerrazón más cercana al mundo animal que al de los seres pensantes.

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