Mateo

Mi primer contacto con Mateo fue un audio de sus primeros vagidos. Y eso fue suficiente para emocionarme.

  • 11 de noviembre de 2025 a las 23:50 -

El pasado lunes 3 de noviembre nació mi segundo nieto, hijo de mi segunda hija, María Guadalupe. Ella y su esposo decidieron llamarlo Mateo. Por lo que, el pequeño Mateo se ha sumado a la familia y provocado en todos un luminoso sentimiento de ternura y de alegría.

El amor por los nietos es esencialmente diverso al que se profesa a los hijos. Tal vez porque nos cogen en una edad en la que hemos vivido más experiencias dulces y amargas, o porque la visión con perspectiva que dan los años nos permite valorar las cosas, las situaciones y las relaciones realmente importantes, tener entre los brazos a un nieto produce una especie de “escalofría existencial” difícil de explicar, complejo de definir.

Sucede, además, que, como ya han pasado algunos años desde que arrullamos al último hijo, reaparecen sensaciones que hacía tiempo no experimentábamos y aflora de nuevo ese amor puro que desconoce parangón.

Claro, también surgen las preocupaciones sobre su futuro, sobre el país en el que le tocará vivir, en un porvenir todavía incierto, sobre todo en la coyuntura que ahora vivimos y que sugiere un panorama poco esperanzador.

Sin embargo, la vida, el milagro de la vida, siempre es algo que merece ser celebrado. Cada nuevo miembro de la familia, cada reinicio del ciclo de la vida, conmueve e invita a trabajar más y mejor para poder abrir nuevos horizontes, nuevas posibilidades de desarrollo, nuevas rutas en la búsqueda del bienestar propio y ajeno.

Mi primer contacto con Mateo fue un audio de sus primeros vagidos. Y eso fue suficiente para emocionarme. Lo escuché no sé cuántas veces, sin cansarme, sin aburrirme. Como nació de noche pude cargarlo hasta el día siguiente. Fue una cita breve, pero rica en cariño.

Un recién nacido desconcierta. Pensar que es un nuevo ser que depende absolutamente de sus padres, totalmente indefenso, a merced de un entorno no siempre acogedor, nos mueve el piso.

Por suerte, Mateo ha tenido la fortuna de nacer en medio de una familia que soñaba con su llegada y que no se cansa de mirarlo y de prodigarle amor.

Que la vida se renueve, que retoñe, que rebrote, es una señal de que todos los esfuerzos valen la pena y que hay que poner los medios para asegurar un provenir promisorio para todos.

Cuando se tiene un nieto entre los brazos da ganas de vivir muchos más años para verlo crecer, para contribuir a su felicidad.

Y esto no es poca cosa.

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