Está desapareciendo. Está siendo relegada por algo que no tiene sus ideales originales. Sucumbió al paso caótico del tiempo.
Antes, el médico era consejero, confidente, voz de equilibrio. No tenía a su disposición tantas pantallas, pero sí más tiempo. Más escucha. Más conversación. Más ojo clínico. En ese tiempo, el médico no solo curaba, sino que acompañaba.
Pero lastimosamente los médicos son seres humanos también. Y en el transcurso del tiempo la vida se ha complicado tanto que ya no es vida, es lucha. El costo de la vida, el llenar apariencias, la necesidad de figurar, la competencia desleal, volvió al médico de almas más terrenal. Los pacientes dejaron de serlo y se volvieron clientes. Se perdió el vínculo terapéutico emocional.
La medicina ha cambiado demasiado. Y probablemente uno de los causantes es la industria farmacéutica. Ahora hay una cantidad desproporcionada de medicamentos y van en aumento. Hay uno para cada malestar físico, emocional y hasta existencial. Es indudable que hoy los fármacos han mejorado la calidad y la esperanza de vida. Hay tratamientos eficaces para enfermedades que antes eran letales o muy discapacitantes. Pero la industria misma ha llegado a un punto que pone en tela de juicio la definición misma de enfermedad. Ahora cualquier malestar es enfermedad y hay pastillas para todo. La tristeza es depresión, el cansancio es fatiga crónica, la timidez es ansiedad social.
Esto puede deberse a intereses económicos o una cultura que busca soluciones rápidas. Las personas viven más tiempo y por ende tienen más enfermedades. Pero es indudable que la industria farmacéutica con sus técnicas de mercadeo está marcando los tiempos de la única profesión humana.
Las nuevas generaciones de médicos entienden que para competir deben moverse al par de lo que está de moda. Y por eso se están haciendo cosas que no deben hacerse. Ahora hay hasta enfermedades de moda, en unas especialidades más que en otras.
“Primun non nocere” ya no es el principio ético fundamental de la profesión. El médico se ha vuelto un artículo de lujo, cada vez más alejado de lo que realmente se necesita. La medicina que una vez representó un acto de servicio y vocación ahora se debate entre tendencias peligrosas, cifras, protocolos y una burocracia que insensibiliza. Y si no integramos correctamente el uso de la IA será peor.
Sí, la medicina que me gustaba... es ya pura melancolía.