En el clásico relato de Homero, el buen Odiseo llega a un punto en la historia en donde lo único que quiere es volver a su amada Ítaca, su hogar, donde se encuentran su esposa y su hijo que mientras lo creen muerto, se han metido en cantidad de problemas. Él, por su parte, ha encontrado mil y un obstáculos para volver, pero no se ha rendido ante ninguno de ellos, por inmenso que estos fueran. Este constante luchar contra aquello que le impide regresar a casa, lo ha convertido en un hombre fuerte, tanto física como psicológicamente, mucho más de lo que nunca había sido.
Y es precisamente el desarrollo de esas fortalezas lo que le va a ayudar a conseguir lo que tanto busca.
Constantino Kavafis nos anima en su poema a ser como Odiseo y no perder de vista nuestra meta, nuestro destino, al mismo tiempo que asegura que más nos valdría pedir que ese viaje hacia lo que estamos deseando sea largo y que en el mientras tanto nos nutramos de todo lo que nos encontremos en el camino, tanto de lo bueno como de lo malo y que sepamos que eso malo solo se quedará si decidimos llevarlo con nosotros.
Kavafis aconseja muy sabiamente continuar aprendiendo y de ninguna manera esperar que cuando arribemos a nuestra Ítaca las cosas serán exactamente como nos las estamos imaginando porque no será así y que todo lo que nos tiene que importar es que la consecución de esa meta es la que nos ha empujado a salir de donde estábamos.
Cada uno de nosotros tiene (o debería tener) proyectos que perseguir, objetivos que alcanzar, lugares a los cuales llegar. En el camino nos encontraremos a nuestros propios cíclopes y dioses malvados que nos pondrán zancadillas una y otra vez, pero una y otra vez necesitaremos levantarnos y continuar. Y sobre todo no apresurar el paso. Cuando las cosas anden bien, aprovechamos para equiparnos de lo que más que nos gusta y cuando anden mal, nos tocará tomar un respiro y descansar.
Permitámonos ser un poco como el consecuente Odiseo. No perdamos de vista el puerto, pero tampoco perdamos la capacidad de asombrarnos con las maravillas que nos ofrece el paisaje.
Cada uno tiene su propia Ítaca, muchos llegarán a ella y muchos otros no, pero si todos logramos entender para que nos ha servido, podemos darnos por bien servidos.