Ítaca

  • 12 de enero de 2025 a las 23:00 -
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En el clásico relato de Homero, el buen Odiseo llega a un punto en la historia en donde lo único que quiere es volver a su amada Ítaca, su hogar, donde se encuentran su esposa y su hijo que mientras lo creen muerto, se han metido en cantidad de problemas. Él, por su parte, ha encontrado mil y un obstáculos para volver, pero no se ha rendido ante ninguno de ellos, por inmenso que estos fueran. Este constante luchar contra aquello que le impide regresar a casa, lo ha convertido en un hombre fuerte, tanto física como psicológicamente, mucho más de lo que nunca había sido.

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Y es precisamente el desarrollo de esas fortalezas lo que le va a ayudar a conseguir lo que tanto busca.

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Constantino Kavafis nos anima en su poema a ser como Odiseo y no perder de vista nuestra meta, nuestro destino, al mismo tiempo que asegura que más nos valdría pedir que ese viaje hacia lo que estamos deseando sea largo y que en el mientras tanto nos nutramos de todo lo que nos encontremos en el camino, tanto de lo bueno como de lo malo y que sepamos que eso malo solo se quedará si decidimos llevarlo con nosotros.

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Kavafis aconseja muy sabiamente continuar aprendiendo y de ninguna manera esperar que cuando arribemos a nuestra Ítaca las cosas serán exactamente como nos las estamos imaginando porque no será así y que todo lo que nos tiene que importar es que la consecución de esa meta es la que nos ha empujado a salir de donde estábamos.

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Cada uno de nosotros tiene (o debería tener) proyectos que perseguir, objetivos que alcanzar, lugares a los cuales llegar. En el camino nos encontraremos a nuestros propios cíclopes y dioses malvados que nos pondrán zancadillas una y otra vez, pero una y otra vez necesitaremos levantarnos y continuar. Y sobre todo no apresurar el paso. Cuando las cosas anden bien, aprovechamos para equiparnos de lo que más que nos gusta y cuando anden mal, nos tocará tomar un respiro y descansar.

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Permitámonos ser un poco como el consecuente Odiseo. No perdamos de vista el puerto, pero tampoco perdamos la capacidad de asombrarnos con las maravillas que nos ofrece el paisaje.

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Cada uno tiene su propia Ítaca, muchos llegarán a ella y muchos otros no, pero si todos logramos entender para que nos ha servido, podemos darnos por bien servidos.

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