Hay que leer más

Pero, sin dejar de tomar en cuenta este detalle, es fundamental incentivar el amor por los libros, porque esa es casi la única manera que alguien aprenda a redactar correctamente.

  • 17 de junio de 2025 a las 23:00 -

Empecé a leer con regularidad cuando tenía alrededor de ocho años. Como alguna vez he contado, en mi escuela de Juticalpa, la de varones Manuel Bonilla, montaron una de las primeras bibliotecas escolares, gracias a un programa con ese fin que desarrolló el Ministerio de Educación, en la década de los setenta del siglo pasado, y que no solo proveyó el mobiliario necesario y de, por primera vez, un bibliotecario, a entidades educativas del nivel primario en las principales ciudades del país, sino, y sobre todo, de un considerable lote de buenas lecturas para niños y jóvenes que incluía textos de Verne, Sálgari, Alcott, Stevenson, de Amicis, etc., lo suficientemente rico como para nutrir el intelecto de los que nos acercamos y descubrimos la maravilla de la literatura.

Y como a esas edades, los hábitos, buenos o malos, arraigan fácilmente, pasaron los años; muchos ahora, y ese “vicio” de la lectura se mantuvo, y creció, tal vez, aunque las actividades a las que he debido dedicar tiempo se hayan multiplicado y diversificado.

¿Por qué leer? Bueno, antes que nada, porque la lectura entretiene. De ahí que aquellos llamados a inducir a los más jóvenes a dedicar tiempo para leer deben escoger libros que traten temas acordes con la edad y que despierten su interés. Hay obras de la literatura universal que luego se convierten en lecturas obligatorias, como la Ilíada, la Odisea, el Quijote o la Divina Comedia, pero hace falta madurez y unos niveles de comprensión lectora considerables como para encontrar disfrute en esas lecturas. Con toda buena intención se puede “atrofiar” el gusto por la literatura si se obliga a leer textos todavía indigeribles para ciertas edades.

Pero, sin dejar de tomar en cuenta este detalle, es fundamental incentivar el amor por los libros, porque esa es casi la única manera que alguien aprenda a redactar correctamente, sin echar mano de la inteligencia artificial, y, más importante aún, desarrolle criterio para juzgar la realidad circundante y para no creer como verdadero todo lo que publican las redes sociales o repiten los medios de comunicación.

Da gusto platicar con una mujer o un hombre que han enriquecido su vida con la lectura. Y pocas cosas son tan desagradables como alternar con gente que nunca ha tenido un libro entre sus manos. No importa la carrera profesional por la que se haya decantado una persona, si no lee no será mas que un “ignorante vertical”, al que faltará la cultura general que hace falta para ocupar dignamente un sitio en este mundo.

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