El 30 de junio se celebró en España la IV Conferencia Internacional de Naciones Unidas. La finalidad ha sido reflexionar sobre el papel de la financiación para el desarrollo y la movilización de recursos con el fin de reducir la brecha financiera, estimada en más de 4 billones de dólares anuales. Al evento asistieron al menos 60 jefes de Estado y 200 delegaciones oficiales. El espacio fue propicio para exponer desde cada país la necesidad de repensar sobre las dinámicas financieras en que los Organismos Financieros Internaciones (OFI’s) canalizan recursos financieros, pero a su vez exigen condicionalidades a cada país.
En las intervenciones de los jefes de Estado destacan dos posturas que emanan de gobiernos conservadores, como progresistas; sin embargo, pese a las marcadas diferencias ideológicas resalta un punto de coincidencia fundamental entre ambos bloques, y es la urgencia de movilizar mayores recursos financieros para enfrentar los retos globales, así como el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, prácticamente indicando que el sistema financiero actual aún no logra satisfacer las demandas, y que necesita reformas.
Como puntos divergentes, los jefes de Estado de derecha abogaron principalmente por una mayor movilización de capital privado y el mejoramiento en la Inversión Extranjera Directa. Su postura, totalmente conservadora, apuesta por la eficiencia y eficacia de los recursos; asimismo, creen que la liberalización comercial y financiera debe seguir avanzando, y aunque estiman que el sistema financiero necesita reformas lo hacen desde una mirada de fortalecimiento de las mismas instituciones, solicitando mayor efectividad, pero sin cuestionar los efectos generados por las condicionalidades del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y otros acreedores.
Por otra parte, desde una perspectiva progresista, la presidenta Xiomara Castro hizo “... un llamado urgente a una transformación estructural del sistema financiero global...”, tomando como argumento datos de Naciones Unidas que desnudan la realidad del costo de financiamiento, donde los países más pobres pagan más por intereses que en la misma inversión en políticas sectoriales. A esta postura se suma el presidente Petro, de Colombia, quien fue más allá y solicitó la liquidación del FMI y el Banco Mundial, pues asegura que dichos organismos continúan acentuando la existencia y fortalecimiento de un modelo económico que privilegia el capital en detrimento de la persona humana. Pese a estas posturas críticas al sistema financiero global actual, observamos que estos mandatarios reconocen la importancia del rol que desempeñan los OFI’s, a la vez reafirman que el financiamiento es indispensable para el desarrollo económico y humano. Cabe destacar que la postura de humanización del financiamiento va en consonancia con modelos ya existentes, para el caso Mohammad Yunus, Premio Nobel, demostró que es posible que los pobres sean dignos de confianza, ya que el crédito es un derecho humano, incluso evidenció que son buenos pagadores. Por lo tanto, en esa línea de pensamiento podría ser posible repensar el sistema financiero global más justo, sin embargo; la realidad es compleja y este tipo de planteamiento se aleja de la base y estructura del modelo económico actual.
En este contexto, los postulados teóricos ayudan a comprender el funcionamiento real del sistema financiero global, el cual descansa sobre el capital financiero, considerado por grandes economistas el sustento de la economía global. Dicho capital financiero es capaz de generar riqueza fuera del ámbito productivo, alimentándose de los otros capitales como el comercial, que, a su vez, les inyecta recursos financieros para su funcionamiento. En un lenguaje simple, es el capital con mayor capacidad de generar ganancias a una velocidad más rápida que el resto de otros capitales, y eso le ha dado una supremacía en la economía global. Por lo que cambiar su lógica en el corto y mediano plazo será imposible. Lo anterior no es compatible con la idea de “humanizar el capital financiero para salvar el planeta”, pues habría que revolucionar el paradigma que privilegia al capital sobre lo humano y lo social, cambiar la agenda del G7, redistribuir los medios de producción, transformar la naturaleza del capital financiero por uno con mayor consciencia redistributiva de las ganancias, implementación de inclusión financiera real, enfocada en los más desposeídos. Dicha propuesta suena esperanzadora pero utópica a la vez.
Por lo tanto, es importante seguir aprovechando estos espacios de convergencia global, donde se puede hacer incidencia política para proponer cambios estructurales en temas de trascendental importancia para el país, como es el financiamiento para el desarrollo. Sin embargo, es necesario optimizar los recursos financieros ya obtenidos para mejorar la efectividad de estos. El país deberá continuar fortaleciendo la gestión financiera, mapeando acreedores financieros con principios sociales diferentes. Tampoco se puede perder de vista en seguir apostando al fortalecimiento del engranaje productivo, el cual genera ingresos reales, sostenibles y en alguna medida reducirán esa dependencia del financiamiento externo.
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