El riesgo es la desconfianza

Honduras no vive una crisis de urnas, sino una crisis de credibilidad.

  • 07 de noviembre de 2025 a las 23:50 -

El riesgo de estas elecciones no está en el fraude ni en el conteo de votos. Está en la pérdida de confianza, en la fatiga social y en la distancia entre la gente y las instituciones: Consejo Nacional Electoral, Congreso Nacional, Corte Suprema de Justicia y Fuerzas Armadas, cuyos representantes deben entender que la estabilidad no se decreta: se construye con conductas, no con comunicados. Su papel en la noche electoral será más decisivo que el de cualquier candidato.

Honduras no vive una crisis de urnas, sino una crisis de credibilidad. El verdadero peligro no está en un fraude técnico, sino en la percepción de ilegitimidad, amplificada por la desinformación, el discurso incendiario y la pérdida del sentido común.

Cuando la sociedad deja de creer en el proceso, la democracia entra en cuidados intensivos. Y en ese punto, la comunicación se convierte en el nuevo campo de batalla: la verdad frente a la manipulación.

Hoy el desafío no es quién gana, sino quién hace creíble su victoria. De nada sirve un resultado amplio si la gente siente que el proceso fue manipulado o que las instituciones actuaron bajo presión.

Durante años, la esperanza se fue desgastando y el voto se transformó en un acto de resignación más que de convicción. El país está cansado, pero no derrotado. Aún existe una reserva moral que espera gestos de sensatez, respeto y transparencia.

Superar este momento requiere madurez, que los líderes entiendan que gobernar en medio de la desconfianza exige más que carisma o poder; exige serenidad, prudencia y respeto. Y los ciudadanos deben comprender que participar con esperanza es un acto de resistencia frente al caos.

Honduras no necesita promesas, necesita confianza. Y la confianza no se exige, se inspira. Esa será la verdadera victoria de Honduras, más allá del resultado electoral.

Porque quien devuelva la confianza ganará algo más que una elección: ganará el derecho de conducir un país que aún quiere creer.

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