El mundo está trastornado sin lugar a duda, y sí es verdad, todo el tiempo lo ha estado, desde que el hombre lo habita, para ser un poco más exactos. Pero es que se supone que con tanta revolución que hemos experimentado, no deberíamos estar tan mal y, sin embargo, lo estamos.
Ni bien acabamos de saber de una tragedia cuando ya nos estamos enterando de otra, lo dicho, esto está vuelto de cabeza.
Hace algunos días vimos imágenes increíbles de una joven mujer ucraniana atacada en un tren de Carolina del Norte, Estados Unidos. El acto no tiene ningún sentido, por lo tanto es fácil imaginarse que el perpetrador no está en el pleno uso de sus facultades mentales, y así parece ser, hasta el momento se habla de esquizofrenia. Pero las decisiones de las autoridades tampoco han sido muy cuerdas que digamos, no pueden serlo cuando han dejado a esta persona entrar y salir de prisión, ¡catorce veces! Irónicamente, la chica del tren era una refugiada, llegó al país norteamericano huyendo de la guerra que sufre el suyo, en fin...
No acabábamos de reponernos del horror de esa noticia cuando nos enteramos de otro ataque, esta vez a un joven activista político en una universidad de Utah. Dada las circunstancias, uno podía pensar que el agresor era un hombre con un gran entrenamiento militar o algo parecido, un verdadero francotirador, pero no, aparentemente se trata de un estudiante, un jovencito de 22 años quien odiaba a esta persona, quien por cierto era alguien bastante controversial, solo hay que haber seguido sus debates en diversos campus universitarios para entender que jugaba con fuego.
Es muy difícil imaginar lo que pasa por la cabeza de las familias de los autores de tales calamidades, y es que sí, este tipo de actos alcanza a muchos, no únicamente a los atacados. Por ejemplo, uno se pregunta: ¿cómo se puede sentir la madre del asesino del tren? y por lo que sabemos ella se ha limitado a comentar: “No debieron dejarlo salir de la cárcel”.
Por su parte, el muchachito francotirador fue entregado a la Policía por sus propios padres. Una decisión muy difícil seguramente.
Pero volviendo al trágico vagón y a ese trágico día, algo que sorprende a todos es la total apatía, la indiferencia de las personas alrededor de la joven agredida, ya que nadie se acercó a ella, nadie le brindó ayuda. Desde luego que todos los sorprendidos tendrían que estar en el lugar de esas personas, evidenciar un apuñalamiento a otro ser humano en vivo, tener al agresor ahí mismo, dando vueltas como león enjaulado mientras espera que las puertas se abran. Habría que estar en esa misma situación para saber cómo reaccionaríamos.
Y claro, tocamos madera para que nunca tengamos que averiguarlo.