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Mujeres de la MS-13 están en todas partes de Honduras

  • 04 julio 2017 /

Las esposas de los mareros de la MS-13 afirman que ellas no delinquen, pero dependen económicamente de ellos. Las mareras son quienes ejecutan los crímenes.

Tegucigalpa, Honduras.

P. García se enamoró perdidamente y nunca le importó que las amistades le advirtieran que su novio era un integrante de la organización criminal MS-13.

Esta joven, de tez trigueña y complexión delgada, desechó todas las advertencias y los consejos; comenzó el idilio cuando era una menor de edad y en el momento que la mara Salvaratrucha se había consolidado como mafia internacional.

Ahora, ella, con 18 años de edad, sufre las infaustas consecuencias: tiene 7 meses de embarazo, aproximadamente, y su marido está recluido en la cárcel de máxima seguridad El Pozo de Ilama, Santa Bárbara.



El 20 de enero de 2015, autoridades policiales lo capturaron en El Progreso, Yoro, junto con cinco integrantes de la mara, entre ellas dos mujeres, en posesión de marihuana y un pequeño arsenal.

Las autoridades les decomisaron un fusil M16 calibre 223, una pistola Glock calibre 45 mm, un fusil SKS calibre 7.62 y tres granadas de fragmentación.

El marido de García guardaba prisión en el penal de San Pedro Sula desde 2015 por varios delitos, entre ellos por asociación ilícita, tráfico de drogas y posesión de armas prohibidas.

Foto: La Prensa

Las esposas de los pandilleros de la MS-13 no usan tatuajes de la mara. Algunas tienen figuras diferentes como rosas y pájaros.
Madres. El ingreso de menores de 18 años es prohibido en los centros penales. Sin embargo, García burlaba la restricción y entraba al presidio sampedrano a ver a su marido.

En una de esas visitas, ella tuvo relaciones sexuales y concibió dentro del recinto carcelario al bebé que ahora lleva en sus entrañas.

“Estoy embarazada y quiero que sepa que yo estoy bien. Yo le he enviado varias cartas, aunque no reciba respuesta de él. Desde marzo está en El Pozo”, dice. “Este será el primer niño que tendré y por andar dando vueltas para verlo a él he tenido riesgo de aborto”.

La conducta y el papel de las mujeres de la MS-13
1. Madres
Las esposas se dedican a desempeñar el papel de madre, pero colaboran con transferencia de información importante.
2. Actividad
Trabajan en empresas formales y estudian en colegios y universidades. Pasan inadvertidas.
3. Dependencia
Las esposas de los mareros dependen económicamente de las actividades delictivas ejecutadas por sus esposos.
García, quien no se considera marera y no tiene tatuajes en su piel que la delaten, viste un pantalón ajustado y una camiseta que en la parte frontal lleva el rótulo de una marca deportiva que las féminas de la MS-13 están usando.

Decenas de jóvenes como García, de manera voluntaria se han convertido en mujeres de integrantes de esa organización y en madres de familia. Dentro de estas circunstancias, deben enfrentarse a la discriminación y desconfianza de la sociedad y a los riesgos de perder la vida frente a sus rivales.

Aunque aseguran que no son elementos activos, es decir ejecutoras de delitos, ellas se convierten en integrantes directas de la organización porque prestan colaboración ( proveen información) a sus maridos y, en condiciones de peligro, reciben protección de ellos.

Todas ellas, pese a que viven en lugares distantes, como Cofradía, Choloma, San Pedro Sula y Villanueva, mantienen comunicación y cuentan con la capacidad para organizar manifestaciones contra el Gobierno en calles y en el parque central de San Pedro Sula.

Sépalo
Pandilleros de la MS13- y varrio 18 han reclutado o han obligado a decenas de jóvenes a tener relaciones sexuales o a convertirse en sus mujeres.
Son de tez trigueña o clara. Las que usan tatuajes tienen impreso en la piel rosas, pájaros, nombres y otras figuras que distan de la forma alfanumérica MS-13. Algunas se convirtieron en esposas de forma voluntaria y otras por miedo. Al final, aceptaron y se acomodaron en su papel de mujer de un peligroso delincuente.

Estas mujeres, que se identifican por usar carteras con figuras de niñas rebeldes, conciben que el papel de ellas dentro de la MS-13 ha cambiando. Dos décadas atrás, cuando la organización era una pandilla, las obligaban a delinquir, ahora, cuando es una organización más grande “llevamos una vida sin mayores problemas”, dice María.

Delito. María (nombre ficticio, porque solicitó el anonimato) asegura que las esposas de los pandilleros de la MS-13 tienen prohibido cometer delitos y poner en riesgo a los hijos.

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Mareros
De la MS-13 y varrio 18 están recluidos en La Tolva y El Pozo, según la Secretaría de Seguridad.
“Como esposas de ellos, no nos relacionamos con lo que ellos hacen. Nosotras pasamos en nuestros hogares y ellos en sus rollos”, dice. “Ellos son personas educadas y no son tan criminales como muchos creen”, explica.

Esta mujer, de 28 años, es cónyuge de otro marero que está recluido en El Pozo. Comenzó un noviazgo a los 18 años que más tarde se tradujo en el nacimiento de dos niñas.

“Hace poco iba a tener el tercero. Yo había quedado embarazada y mi bebé se me murió. Él no sabe nada. Tengo dos niñas, una de 10 años y otra de 7”, dice esta mujer que viste un jean, una camiseta y evita tatuajes relativos a los códigos gráficos empleados por la Salvatrucha para identificar a sus miembros.



Inadvertidas. Las mujeres de los miembros de la organización criminal MS-13 están en todas partes: estudian, trabajan o tienen un negocio donde lavan el dinero sucio. Algunas veces se esconden porque también tienen miedo a que las asesinen.

“Cuando nos encontramos con las mujeres de la otra organización (varrio 18, con “v” y no “b” por la simbología de la pandilla) nos dicen ‘hay van las perras’ y somos vistas como enemigas. Nos pueden matar. Cuando estamos en riesgo, tenemos que avisar”, dice una mujer que vive en la colonia López Arellano.

Las esposas de los pandilleros, ante los ojos de los ciudadanos, pasan inadvertidas porque ellas mismas tratan de desmarcarse de la mara para “llevar una vida normal”.

“Yo estudio enfermería y trabajo”, dice otra joven que habló con LA PRENSA. Ella es esposa de un miembro de la MS-13, de 35 años, que está recluido en El Pozo. “Nosotras queremos llevar una vida normal porque tenemos hijos a los cuales educar y alimentar y no queremos que ellos sigan los pasos del papá”.

Pero hay otras mujeres, que no son esposas, que son fácilmente detectables. Estas son las que ejecutan acciones criminales, desde extorsión, tráfico de drogas y sicariato.

Estas son integrantes activas de la estructura criminal y obedecen órdenes de los cabecillas.

Muchas de ellas, más de 300, están recluidas en las cárceles del país por los delitos de asociación ilícita y extorsión.

Hasta marzo, antes de que el Gobierno trasladara a más de 1,500 mareros de la MS13 y varrio 18 a las cárceles E l Pozo y La Tolva, desde los presidios de San Pedro Sula y Támara los pandilleros les ordenaban a las mujeres recaudar y trasladar el dinero de la extorsión.

Diferencia. Las esposas de los miembros de varrio 18 o integrantes de la estructura tienen un comportamiento más rudo y evitan exponerse públicamente.

Las mujeres de la 18 pueden ser miembros delictivos y esposas, al mismo tiempo. Cuando están en sus barrios, visten pantalones cortos holgados y camisetas con figuras que exaltan la actividad de los gánster.

Ellas tienen hijos, extorsionan, usan armas y matan.