No solo es el país más vulnerable al cambio climático del planeta, sino además es muy frágil a la actividad sísmica. Después de Nicaragua, en Honduras es donde más se registran eventos telúricos en Centroamérica.
Desde el 12 de abril al 23 de mayo de este año se han registrado 45 enjambre sísmico y el terreno en Atlántida -a diferencia del resto del país- no presenta tanta firmeza porque va de arenoso a arcilloso, dijo Florentino Martínez, subjefe del centro de operaciones de emergencia de la regional número 1 de Copeco.
“Un ejemplo es la falla de La Ceiba. Siempre estará allí. Aumentamos o disminuimos la vulnerabilidad. Si seguimos deforestando, habrá más vulnerabilidad no tanto porque el cambio climático sea el precursor de los sismos, sino porque pueden ocurrir más desgracias por deslaves y derrumbes”, explicó Martínez.
Las fallas
En Honduras está la falla más grande de Centroamérica, según el Departamento de Física de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah). La falla del Guayape se extiende a lo largo de 250 kilómetros y cruza Colón, Olancho y El Paraíso. Otras fallas son la Motagua y La Ceiba.
“Debemos acostumbrarnos a vivir con este fenómeno. El lugar donde más tiembla es San Juan Pueblo, Atlántida, pero los terremotos están ocurriendo en el cerro El Ocotal. Casi no hay poblados en esa zona”, agregó el geólogo José María Rodríguez.
El experto explicó que el cerro El Ocotal tiene una fractura de más de dos kilómetros de longitud y se está abriendo, “su desplazamiento varía de 50 centímetros a un metro de ancho y la profundidad no se detecta muy bien, pero tiene más de un metro. Lamentablemente no podemos predecir los terremotos porque vienen de las profundidades de la tierra, lo que sí sabemos es que van a seguir sucediendo y lo único que podemos hacer es tener calma, seguir las reglas para salvar nuestras vidas”.
Aunque no todo el país está cubierto por red de sismógrafos, Copeco -con cooperación internacional- instaló en Amapala, Juticalpa, La Ceiba y Roatán. Otros están ubicados en la zonas oriente y noroccidente.
El jefe de Alerta Temprana de Copeco, Juan José Reyes, dijo que cada sismógrafo tiene un valor de 4,000 dólares (80 mil lempiras) pero el funcionamiento de cada estación oscila en 10 mil dólares (200 mil lempiras). “El trabajo de monitoreo lo elaboramos entre Copeco, el Departamento de Física de la Unah y el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter)”.
“Este año han ocurrido varios sismos y sabemos que la población está alarmada y no está preparada para reaccionar”. Lo que sucede en Honduras no es un choque de placas, según el experto, “se trata de movimientos en la corteza terrestre interna que al abrirse produce movimientos”, agregó. Copeco no tiene registros del total de sismos que ocurrieron en 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012 debido a un error informático. Se sabe que en 2006 hubo 96 y el año siguiente, 43.
Viven bajo carpas
En la comunidad de Las Delicias, departamento de Atlántida, siguen privando el miedo y la alarma porque las réplicas continúan. “La gente sigue temerosa y atenta, esperando que en cualquier momento tiemble. Todavía hay familias durmiendo en carpas y otras se han ido del lugar”, dijo José Manuel Vindel, coordinador del Comité de Emergencia Municipal de La Masica.
“Estamos pidiéndole a Dios que nos dé fuerza porque hemos sufrido mucho. Desde los primeros temblores estamos viviendo a campo libre”, relató María de Jesús Molina.
La deforestación y las grietas en las montañas representan un peligro para las comunidades en las partes bajas de los municipios de Esparta y La Masica. “En el sector de El Ocotal se han formado grietas por los sismos. Cuando llueve se corre el peligro de que se formen diques y es muy preocupante”, dijo Vindel.
“Muchas viviendas donde ha estado temblando están en las orillas de los ríos y la mayoría de ellas no se rigen por ninguna norma de construcción y eso aumenta la vulnerabilidad”, señaló Florentino Martínez.
Los patios de las casas dañadas y los potreros se han convertido en refugio de decenas de familias. “Estas personas han quedado con efectos psicológicos y para liberar el estrés les hemos dado asistencia emocional con técnicas de relajamiento y las medidas que deben tomar”, dijo Karen Corrales, coordinadora del centro estratégico de monitoreo de la Cruz Roja en La Ceiba.
El presidente Porfirio Lobo Sosa se comprometió el 24 de abril en San Juan Pueblo a que construirían las viviendas destruidas. Son 43 casas declaradas inhabitables. “Continúa el levantamiento de la información. Se espera que la actividad vaya disminuyendo de intensidad”, dijo Thomas Kelly, coordinador del Codem en Esparta.
La iglesia católica de la comunidad de El Diamante sirve de aula para los alumnos de la escuela José Trinidad Cabañas, uno de los centros más afectados por los temblores.
El vicepresidente del patronato, Orlando Umanzor, dijo que han estado preocupados por la seguridad de sus hijos, “gracias a Dios la comunidad ha decidido que reciban sus clases en la iglesia”. La mayoría de familias son de escasos recursos, unos se dedican a la agricultura y otros, a trabajar en empresas mineras. Iglesias, escuelas y viviendas han sido dañadas por la actividad sísmica. Desde entonces, la calma y la tranquilidad han sido interrumpidas en estas comunidades de Atlántida.
En vista de que los análisis de Copeco y la Unah indican que la actividad sísmica disminuyó en los últimos 15 días, se suspendió la alerta amarilla, pero en San Juan Pueblo se mantiene en verde por tiempo indefinido.