San Pedro Sula, Honduras.
Felipe Rivera, un jubilado que fue operado del corazón en el hospital regional del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) llegó a la farmacia a reclamar las medicinas que le prescribieron al recibir el alta. De siete recetas que el médico le dio, apenas recibió cuatro.
Don Felipe salió de su casa en Cofradía, “a buena mañana”, llegó al IHSS e hizo fila por más de tres horas en la ventanilla número 10, donde atienden a personas de la tercera edad, jubilados y pensionados, pero se quejó porque la misma estuvo cerrada por casi dos horas.
La joven de atención al derechohabiente justifica que “el compañero está surtiendo medicamentos”, ante el reclamo de los pacientes de la tercera edad, quienes comienzan a desesperarse por el calor que a las ocho de la mañana ya era insoportable. “Traía siete recetas y llevo de regreso tres, me dijeron que no habían esos medicamentos. El mes pasado traía cuatro recetas y solo me dieron dos. Después de operado me tomo 14 pastillas diarias”, dice don Felipe.
Desde las 6:00 am los afiliados hacen fila en el patio para ingresar a la farmacia que abre a las 7:00 am, para ser de los primeros.
Hay diez ventanillas, pero solo abren siete. A diario más de 1,900 derechohabientes llegan a tratar de retirar medicamentos, la mayoría salen satisfechos.
A las 8:40 am, un empleado anuncia que no hay eritoproyectina ( medicamento utilizado por pacientes que se dializan), muchos hacían fila para recibir dicho fármaco.
La ventanilla más llena es la número cinco, donde entregan las medicinas controladas. La fila es doble, los de la tercera edad están sentados en sillas plástica y en bancas de madera, mientras que los más jóvenes esperan de pie.
Ahí el malestar es que la persona que despacha es “lenta y mal encarada”. Minutos después de las 8:00 se origina un medio desorden. “Acá la tercera edad es prioridad, deben atender un anciano y un joven, pero la señora que está en la ventanilla despacha a uno de la tercera edad y a dos de los otros”, comenta Pedro Martínez, de la tercera edad, quien llegó al Seguro a las 5:00 am desde Puerto Cortés, por tratamiento psiquiátrico.
“Qué calor”. “Que gente tan lenta”. “No están todas las medicinas”, son las quejas más frecuentes en la sala.
“Tres meses tenía de no recibir las medicinas, porque me decían que no habían, pero hoy me las dieron todas”, dice una jubilada luego de cuatro horas en la fila. A las 10:00 am el calor es intenso, no hay ventanas ni ventiladores, la cantidad de personas es mayor. Hay cuatro aires acondicionados y solo uno funciona a medias, las personas hacen uso de lo que tienen en la mano para soplarse.
La pintura de las paredes se descascara. La cerámica del piso se ha desprendido. De las 12 lámparas que hay en el techo unas cuantas alumbran.
En la tarde, la cantidad de pacientes es menor y como don Felipe Rivera, muchos regresan a sus casas con la mitad de las medicinas que necesitan.
Felipe Rivera, un jubilado que fue operado del corazón en el hospital regional del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) llegó a la farmacia a reclamar las medicinas que le prescribieron al recibir el alta. De siete recetas que el médico le dio, apenas recibió cuatro.
Don Felipe salió de su casa en Cofradía, “a buena mañana”, llegó al IHSS e hizo fila por más de tres horas en la ventanilla número 10, donde atienden a personas de la tercera edad, jubilados y pensionados, pero se quejó porque la misma estuvo cerrada por casi dos horas.
| Pacientes reclamando medicamentos en la farmacia de consulta externa.
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La joven de atención al derechohabiente justifica que “el compañero está surtiendo medicamentos”, ante el reclamo de los pacientes de la tercera edad, quienes comienzan a desesperarse por el calor que a las ocho de la mañana ya era insoportable. “Traía siete recetas y llevo de regreso tres, me dijeron que no habían esos medicamentos. El mes pasado traía cuatro recetas y solo me dieron dos. Después de operado me tomo 14 pastillas diarias”, dice don Felipe.
| Los pacientes se quejan por la mala atención y la lentitud del personal que despacha los fármacos.
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Hay diez ventanillas, pero solo abren siete. A diario más de 1,900 derechohabientes llegan a tratar de retirar medicamentos, la mayoría salen satisfechos.
A las 8:40 am, un empleado anuncia que no hay eritoproyectina ( medicamento utilizado por pacientes que se dializan), muchos hacían fila para recibir dicho fármaco.
La ventanilla más llena es la número cinco, donde entregan las medicinas controladas. La fila es doble, los de la tercera edad están sentados en sillas plástica y en bancas de madera, mientras que los más jóvenes esperan de pie.
| Las instalaciones no son las adecuadas, los aires no funcionan.
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“Qué calor”. “Que gente tan lenta”. “No están todas las medicinas”, son las quejas más frecuentes en la sala.
“Tres meses tenía de no recibir las medicinas, porque me decían que no habían, pero hoy me las dieron todas”, dice una jubilada luego de cuatro horas en la fila. A las 10:00 am el calor es intenso, no hay ventanas ni ventiladores, la cantidad de personas es mayor. Hay cuatro aires acondicionados y solo uno funciona a medias, las personas hacen uso de lo que tienen en la mano para soplarse.
La pintura de las paredes se descascara. La cerámica del piso se ha desprendido. De las 12 lámparas que hay en el techo unas cuantas alumbran.
En la tarde, la cantidad de pacientes es menor y como don Felipe Rivera, muchos regresan a sus casas con la mitad de las medicinas que necesitan.