04/12/2025
11:31 PM

La mantequilla se pone nuevamente de moda

Los cocineros estrella, Internet y las dudas sobre las grasas trans impulsan el regreso.

Nueva York, Estados Unidos.

Visiones cambiantes sobre la nu­trición están convirtiendo a la man­tequilla en uno de los regresos más exitosos en la historia de la comida en Estados Unidos.

Cada estadounidense consumirá este año un promedio de 2,5 kilos de mantequilla —o manteca, como se la conoce en algunos lugares—, se­gún datos del gobierno de EE.UU. Eso equivale a casi 22,5 barras por persona, para llegar a un total de 892.000 toneladas en todo el país, una cantidad que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial.

En 2013, los estadounidenses compraron más mantequilla que margarina por tercer año consecu­tivo, y gastaron US$2.000 millones en distintas marcas, comparado con US$1.800 millones en untables y margarinas, según IRI, una firma de investigación de mercado con sede en Chicago.

El resurgimiento proviene en parte de legiones de gourmets ca­seros que encuentran inspiración en los chefs famosos y programas de cocina que abundan en la te­levisión y cuyas recetas incluyen mucha mantequilla. Los fabrican­tes del producto han alentado esa tendencia, usando canales y sitios web gastronómicos para promover lo que afirman es la simplicidad na­tural de sus productos.

Durante décadas, las familias op­taron por untables de origen vege­tal debido a preocupaciones sobre la concentración de grasa saturada que tiene la mantequilla, sólo para que hace poco se afirmara que las grasas insaturadas artificiales o trans presentes en la margarina son igual de malas para la salud. Muchos estadounidenses también cambia­ron su visión sobre la importancia de reducir todo tipo de grasas para controlar el peso.

Los untables vegetales han teni­do problemas recientemente debido a la percepción de que los productos son “más manufacturados y proce­sados, y menos sanos y naturales”, señala Douglas Balentine, director de ciencia de nutrición de Unilever en América del Norte, una división de Unilever PLC, el mayor vende­dor de untables que no son mante­quilla.
Courtney Shanower, de 33 años, dueña de una pizzería en el estado de Ohio, dice que creció en una fami­lia que compraba margarina.

“No usé mantequilla durante mucho tiempo porque cuidaba mi peso”, dijo Shanower, madre de dos hijos. “Cuando cumplí 30 años co­mencé a pensar en la osteoporosis y el calcio, y pensé que no recibía la nutrición que necesitaba. Entonces dejé de contar las calorías y comen­cé a pensar en la nutrición”.

Los humanos comen mantequi­lla desde hace milenios, al valorar su capacidad de conservación —dura más tiempo que la mayoría de la carne— y por su utilidad como sa­borizante. A comienzos de los años 90, el consumo de mantequilla en EE.UU. promedió más de ocho kilos por persona al año.

Un químico francés inventó la margarina en 1869 en respuesta al pedido de Napoleón III de una alter­nativa a la mantequilla. Inicialmente se fabricaba con grasa de animales que morían en el matadero, que era más barata que la leche usada para la mantequilla. Variedades modernas con aceites vegetales surgieron en la primera mitad del siglo XX, y se volvió más popular cerca de la Se­gunda Guerra Mundial, cuando la mantequilla quedó sujeta a los ra­cionamientos.

A los productores de alimen­tos les gustaba el menor costo de la margarina. Expertos en salud impulsaron su ascenso al plantear preocupaciones sobre el colesterol y la relación de las grasas saturadas con las enfermedades cardíacas. En 1976, en su máximo apogeo, el con­sumo de margarina alcanzó los 5,4 kilos por persona, según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA).

Técnicamente, tanto la mante­quilla como la margarina contienen al menos 80% de grasas. Las alter­nativas a la mantequilla fabricadas de aceites de base vegetal se suelen denominar “untables” y tienden a contener menos grasas. Los compo­nentes típicos de la margarina, como aceites de soya y maíz, suelen ser líquidos a temperatura ambiente.

Para solidificarlos, los fabricantes cambian sus estructuras químicas usando hidrógeno. La hidrogena­ción parcial también puede producir grasas insaturadas, que según se ha comprobado pueden aumentar los niveles del colesterol dañino en los humanos.

Cuando el consumo de mante­quilla cayó a menos de dos kilos per cápita en 1997, su nivel mínimo, los científicos enfatizaban cada vez más que las grasas trans podían presen­tar mayores riesgos que otras grasas para las enfermedades cardíacas.

“La batalla ha ido para un lado y para el otro”, dijo el profesor y cien­tífico de alimentos Sean O’Keefe, del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia. “En los años 60 y 70, antes de que realmente se pen­sara que las grasas trans eran ma­las, veíamos la margarina y decía­mos que era más saludable porque no tenía tanta grasa saturada. Hoy sucede lo contrario”.

Las firmas que producen mar­garina enfatizan que sus untables más suaves de hoy no suelen conte­ner grasas trans —aunque muchas margarinas en barra aún las contie­nen— y afirman que su producto es más saludable porque suele conte­ner menos grasas saturadas y calo­rías que la mantequilla.

Algunos expertos en nutrición concuerdan en que el resurgimien­to de la mantequilla podría no ser sa­ludable, y quizás no perdure. “Cuan­do has pasado tiempo suficiente en el campo”, sostuvo Alice Lichtens­tein, investigadora de nutrición de la Universidad Tufts, “sabes que si el péndulo oscila en una dirección, puede oscilar en la otra”.