Meta, la compañía liderada por Mark Zuckerberg, no quiere quedarse atrás en la carrera tecnológica del siglo. Con una inversión que ronda los 15.000 millones de dólares, su nuevo objetivo ya no es el metaverso ni las redes sociales: ahora busca conquistar el futuro de la inteligencia artificial, específicamente en el terreno más ambicioso de todos, el de la superinteligencia.
Aunque el término puede sonar sacado de ciencia ficción, se refiere a sistemas de IA capaces de superar al ser humano en prácticamente todas las tareas intelectuales. Es una meta lejana, incierta y, según muchos expertos, llena de riesgos. Pero Meta está dispuesta a jugarse su reputación y buena parte de su capital en esta movida.
La alianza con Scale AI
El primer paso de esta nueva estrategia es la adquisición del 49% de Scale AI, una startup dirigida por Alexandr Wang, joven prodigio de la inteligencia artificial. Aunque aún no se ha concretado la compra, la noticia ha generado revuelo en la industria. Para muchos, este movimiento no es simplemente una inversión más, sino una señal clara de que Meta quiere recuperar el terreno perdido en la revolución tecnológica impulsada por la IA generativa.
La apuesta es clara: liderar el desarrollo de sistemas cada vez más potentes y autónomos, capaces de aprender, razonar y tomar decisiones por sí mismos. Sin embargo, voces críticas advierten que ni siquiera hemos logrado construir una inteligencia artificial general, es decir, que iguale al ser humano en múltiples tareas, y ya se plantea llegar a niveles aún más avanzados.
Michael Wooldridge, profesor en la Universidad de Oxford, recuerda que incluso los sistemas actuales siguen fallando en tareas simples o mostrando comportamientos impredecibles. Apostar hoy por la superinteligencia, afirman algunos, puede ser una apuesta arriesgada. Imagínese que entra en la página web de un casino, elige un juego y tira los dados. Probablemente hayas invertido mucho con la esperanza de ganar un gran premio, pero el margen de error es inmenso.
Una carrera millonaria
Meta no es la única en esta carrera. OpenAI, Google, Anthropic y otros gigantes tecnológicos están invirtiendo cifras astronómicas para llegar primero a la siguiente gran frontera de la IA. Más que un proyecto, parece una competencia por el poder futuro. El que logre construir la IA más avanzada tendrá influencia sobre gobiernos, mercados, y posiblemente sobre la vida cotidiana de millones.
Sin embargo, muchos se preguntan si esta competencia está guiada por avances reales o por la presión de no quedarse atrás. Los sistemas de inteligencia artificial actuales, por más impresionantes que parezcan, siguen siendo altamente especializados: son capaces de escribir textos, generar imágenes o resolver problemas puntuales, pero están diseñados para tareas concretas, no para pensar de forma general. Aun así, el entusiasmo no se detiene.
Desde 2023, el impacto de la IA generativa ha sido innegable: canciones, imágenes hiperrealistas, discursos falsificados y herramientas que desafían los límites de lo que entendemos por creación humana. Pero el potencial va de la mano con la preocupación.
¿Quién controla esta tecnología?
Uno de los puntos más delicados de esta nueva era es la concentración de talento. Las grandes tecnológicas están contratando en masa a los mejores expertos en IA, en muchos casos salidos de universidades y centros de investigación. Meta no es la excepción. Se rumora que Alexandr Wang no solo vendería parte de su empresa, sino que también asumiría un rol de liderazgo dentro de Meta.
Este fenómeno, conocido como “fuga de cerebros”, a largo plazo podría debilitar el ecosistema de innovación y dejar en pocas manos el control de herramientas capaces de transformar la forma en que trabajamos, nos educamos e incluso tomamos decisiones colectivas.
Algunos comparan esta situación con la investigación en física nuclear durante el siglo XX: cuando el conocimiento quedó en manos de unos pocos gobiernos, el mundo cambió para siempre. Por eso, desde diferentes sectores se pide más transparencia y colaboración global, siguiendo modelos como el del CERN, donde la ciencia se construye de forma abierta y en beneficio común.
Un intento de redención
Tras el fiasco del metaverso, que absorbió miles de millones de dólares sin resultados visibles, Meta necesita un nuevo relato. Y la IA ofrece una narrativa poderosa: el futuro, la vanguardia, la transformación.
La pregunta es si esta nueva apuesta responde a una estrategia bien pensada o a una jugada desesperada por recuperar liderazgo e influencia. De momento, es difícil saberlo. Lo cierto es que Zuckerberg ha hecho de la IA su nueva obsesión y está dispuesto a gastar lo que sea necesario para que Meta no vuelva a quedarse atrás.
Lo más inquietante de esta apuesta es que no solo está en juego el dinero de una empresa. Si los pronósticos más audaces sobre la superinteligencia se cumplen, las consecuencias afectarán a todos. Un avance así de profundo no solo transformaría industrias y economías, sino también nuestras relaciones sociales y las dinámicas mismas del poder.