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Selvin ya no volverá a su pupitre

  • 10 febrero 2015 /

La vida del pequeño fue apagada por sujetos en motocicleta en Las Cascadas, Choloma.

Choloma, Cortés.

Un pupitre vacío y descolorido quedó en la escuela Mary de Flores, de la colonia Las Cascadas en Choloma, tras el asesinato del niño Selvin Montes Cárdenas de 12 años el pasado 19 de enero.

El pequeño dio el acostumbrado beso a su madre antes de salir con su amigo Arnold Omar Rodas, de 16 años, solo para encontrarse con la muerte a pocas cuadras de su casa. Selvin cayó embrocado sobre el pavimento humedecido por la lluvia que había caído en horas tempranas.

A pocos pasos estaba Arnold, a quien supuestamente iba dirigido el ataque perpetrado con arma de fuego por un desconocido. Nadie en la colonia encuentra una razón para que alguien haya querido quitarle la vida al niño quien este año iba al cuarto grado.

Familiares, maestros y amiguitos coinciden en que era obediente, servicial y trabajador. En sus ratos libres empujaba un carrito vendiendo nieves por las calles de Las Cascadas o cuidaba una pequeña milpa que había sembrado en el solar de su casa.

Un día trágico

El día que lo mataron salió al mediodía, bien peinado y arreglado, con Arnold a traer un perrito que la tía de este le iba a regalar, pero al no hallarla se sentaron en una esquina a chupar una naranja. Fue entonces que pasó un tipo y le pegó cuatro tiros al adolescente y uno solo en la espalda a Selvin. Luego huyó con un compinche que lo esperaba en una moto, dice la gente que continúa comentando el crimen.

El clima fresco y la lluvia que se iba y regresaba esa mañana obligó a los vecinos a permanecer encerrados en sus casas, y solo salieron cuando oyeron las detonaciones.

¡Mami, mami, mataron a Tito! La señora Sandra Nohemí Cárdenas no podía dar crédito a lo que le decía exaltada una de sus hijas. Ni aún cuando le dio vuelta al cuerpo en la escena del crimen, podía creerlo, pues el chico parecía mirarla con sus ojos todavía abiertos, según comentó la madre. “Creí que me iba a decir algo, pero una muchacha que le tomó el pulso me dijo: ya no”.

El domingo, un día antes de su muerte, el niño se había ganado 120 lempiras vendiendo las nieves ajenas y solo tomó diez lempiras para él, comentó la madre. El resto del dinero se lo dio a ella como siempre hacía.

Uno de los sitios de la colonia adonde más vendía sus helados era el parque Ecológico Los Monos, muy concurrido por los niños porque pueden alternar con la gran cantidad de primates que se mecen en las ramas de los árboles y de vez en cuando les arrebatan sus golosinas.

También solía ir a los estadios de San Pedro Sula con doble propósito: vender los raspados de hielo coloreados con jarabe y de paso ver a su equipo favorito el Motagua, comenta su padre Selvin Omar, también seguidor de las águilas.

Foto: La Prensa

La escuela Mary de Flores, de la colonia Las Cascadas en Choloma, Selvin cursaría el cuarto grado.

Se siente su ausencia

El pasado lunes que volvieron a abrir la escuela para inaugurar las clases de este año se sintió la ausencia del alumno que siempre se ofrecía a abrir o cerrar el portón y cooperar con su maestra.

“Cuando hicimos un minuto de silencio en su memoria, yo lloré”, comentó Miriam Mercado, una madre de familia que vive justamente frente al lugar donde los dos menores cayeron abatidos.

Cuando sucedió el doble crimen, Melvin el hermano mayor de Selvin, estaba en la aldea Escombros, de Colón, pasando una temporada donde familiares de su padre. Si no se hubiese ido, tal vez también hubiera caído con ellos porque siempre andaban juntos los tres, comentó doña Sandra. Hasta aquella comunidad fueron los padres a dejar los restos del menor porque allá piensan pasar sus últimos días, lejos de Las Cascadas, aunque el jefe de la familia tenga que dejar su trabajo.

“Allá le hice el mausoleo, a la par de mi papá. Ahora solo falta la lápida, pero ya se la mandé a hacer con una frase amorosa sobre una Biblia”, dijo el hombre.

Tras regresar de Escombros, la familia fue a pasar su dolor en la casa de unos parientes de Las Cascadas, como para no ver de nuevo la vivienda donde creció el chiquillo ni la milpa que dejó en el patio.