Los disparos rompieron la calma en Cofradía, aldea del Distrito Central, Francisco Morazán, a eso de las 7:00 pm del jueves.
El sonido seco de los fusiles retumbó entre las casas de adobe y lámina. Los niños corrieron. Las puertas se cerraron. No eran tiros aislados: fueron advertencias que venían de hombres armados, uniformados, que, según denuncian, en lugar de proteger a su población sembraron miedo, que se convirtió en furia.
Testigos contaron que cuatro militares, en estado de ebriedad, comenzaron a detener mototaxistas, quitarles las llaves de sus vehículos y exigir 600 lempiras para devolvérselas.
“Todo empezó porque le quitaron las llaves de la moto a un trabajador. Si las hubieran entregado, esto no habría pasado”, dijo un vecino. Pero no las entregaron. Y cuando la gente reclamó, aseguran que los militares respondieron con sus armas alzadas y ejecutadas.
Furia
Las balas no disuadieron a la comunidad. Al contrario, los enardecieron. Los vecinos salieron a la calle a buscar a los agresores. Encontraron a los militares en el destacamento local, que fue atacado. Quedó con puertas y ventanas destrozadas, camas y pertenencias oficiales reducidas a cenizas, además de dos motocicletas del Ejército incendiadas.
Aparte, tres personas resultaron heridas por esquirlas o impactos directos, y varios jóvenes fueron golpeados. “Parecía guerra, y de los 80 años que tengo de vivir aquí, nunca había escuchado tantos disparos”, relató un vecino. Luego apareció un contingente de la Policía Nacional, pero no calmó la situación.
Para una comunidad que ya se sentía traicionada, la presencia de más uniformes solo empeoró las cosas. Se produjeron nuevos enfrentamientos.
Sin control
El reverendo Mario Fumero, vecino de la localidad, trató de calmar a la multitud. “La violencia no resuelve nada, por el contrario, agrava la situación”, dijo. Pero los ánimos estaban fuera de control.
Lucas Aguilar, presidente del patronato, fue dizrecto: “Aquí golpearon a los muchachos y a niños, gente que iba para la izglesia. Es una vergüenza lo que está pasando”.
Aseguró además que los soldados “vienen a tomar, a fumar marihuana”, y pidió que las Fuerzas Armadas retiren a esos elementos de la comunidad. El daño no fue solo físico, fue moral.
“No somos terroristas ni mareros”, dijeron una y otra vez los pobladores. “Somos gente trabajadora y tranquila”.
Aseguran que llevan años soportando abusos, extorsiones encubiertas como operativos, y actitudes de soberbia por parte de algunos miembros del destacamento.
Al día siguiente, detrás de la posta militar se encontraron botellas de alcohol, y el destacamento quedó reducido a un bulto de cenizas. En su interior, las camas carbonizadas y los restos calcinados eran la evidencia material de una comunidad que se cansó.
Investigaciones
El coronel Erwin Lara Franco confirmó la creación de una comisión investigadora. “Se tomarán acciones contra quienes resulten responsables”, dijo.
En un comunicado, la institución castrense aseguró que los soldados serán sometidos a pruebas para determinar si estaban bajo los efectos del alcohol. También prometieron “una investigación objetiva y transparente”.
“De encontrar personas responsables de esos actos serán sancionadas conforme a las leyes y reglamentos militares vigentes y puestos a disposición de las autoridades competentes”, enfatizó la institución.
Ayer confirmaron que los elementos fueron dados de baja de las Fuerzas Armadas.