Bajo el abrasador sol de las 10:00 am, con pantalones cortos, sandalias estilo Crocs cubiertas de lodo y semblante agotado encontramos a Daniel Castro (de 13 años), quien, en lugar de recibir clases virtuales, ayudaba a su madre en los quehaceres de su casa improvisada con palos y plástico en la mediana del bulevar hacia La Lima.
Tras los daños causados por Eta y Iota, Daniel, sus padres y sus dos hermanas menores se vieron obligados a huir de su vivienda en la colonia La Roma y se instalaron en una champa cercana a la colonia Tela.
Desde entonces, la vida de este pequeño cambió radicalmente, las carencias a las que debe enfrentarse son mayores debido a la destrucción parcial de su casa, el desempleo de sus padres, la crisis por la pandemia y falta de ayuda de las autoridades.
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Su madre Doris Castro relata lo difícil que es su situación, principalmente por el aspecto escolar de Daniel, quien este año debería cursar el octavo grado, pero por factores de fuerza mayor no podrá hacerlo. “Ya llevamos más de tres meses viviendo, literalmente, en la calle.
Esto no es vida, más que todo para mis hijos, las condiciones no son favorables para ponerlos a la escuela porque, para empezar, no tengo teléfono, mucho menos para comprar internet”, señala.
Daniel expresa que las clases virtuales no son la mejor opción. “Yo estaba en una escuela de mi colonia y el año pasado ningún maestro nos enseñó nada, ellos solo mandaban las tareas y uno tenía que hacerlas de cualquier forma, algunos ni las revisaban. Cuando vino el huracán no seguí enviando tareas porque mi mamá se quedó sin celular”.
Al igual que los demás niños que viven en este sector, Daniel dedica su día a cargar agua en botellones y cubetas desde otra colonia para suplir algunas necesidades, también cuida a sus hermanitas y va todos los días a su casa para ayudar a sus padres con la extracción de lodo y basura que dejaron las inundaciones.
Daniel es consciente de lo que pasa, se ha convertido en el apoyo de su mamá, quien tiene seis meses de embarazo, mientras su padre sale a buscar trabajo. “Él comprende que la situación aquí en la calle es muy mala. A veces tenemos para comer; otras veces, no y, a pesar de todo, yo no lo mandaría a trabajar porque está muy pequeño, temo que le pase algo”, dice Doris con evidente tristeza.
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Además de perder todas sus pertenencias, esta familia tuvo que ingeniárselas para conseguir material y construir su champa. Todos duermen en el piso, en un colchón que les regalaron. Ninguno de ellos podrá continuar estudiando este año, ya que carecen de dinero, espacio adecuado, alimentación saludable y útiles escolares.
“Yo quisiera volver a estudiar, pero virtual no puedo, mis papás no pueden comprarme un celular o computadora, y aquí tampoco hay electricidad para conectar los aparatos”, puntualiza Daniel.
En 2020 fueron matriculados 1,603,469 niños a nivel nacional, tanto en sector público como en privado, pero, según estimaciones de dirigentes del Colegio de Pedagogos de Honduras, el 48% no terminaron las clases debido a la falta de herramientas tecnológicas. Hernández afirma que el proceso de matrícula para el nuevo año finalizará a inicios de marzo, a partir de ahí se darán a conocer las cifras oficiales de niños inscritos en los diferentes niveles escolares y las proyecciones de deserción para el resto del año, mientras tanto, se estima que el porcentaje de alumnos ausentes se mantendrá cerca al de 2020.
El director de la Departamental de Educación de Cortés, Milton Ayala, afirma que darán tabletas y paquetes de 2 GB de internet mensuales de Tigo y Claro para que los estudiantes de escasos recursos puedan conectarse a sus clases, enviar y recibir tareas.
Franklin Moreno, de 15 años, se matriculó en el instituto Patria de La Lima, sin embargo, las posibilidades de continuar el décimo grado para él son escasas. “Yo soy de la Filadelfia y estoy viviendo en el bulevar porque nuestra casa no sirve. Está fea la cosa, mis papás no tienen trabajo, vivimos de las ayudas que nos traen personas de otros lados, aquí no tenemos ni luz, nos toca estar con velas y focos recargables en las noches”.
Franklin no cree que una de esas tabletas anunciadas por el Gobierno llegue a sus manos.