El uso de dispositivos electrónicos forma parte de la vida cotidiana, pero cuando se convierte en una necesidad que resulta difícil de controlar puede transformarse en una adicción.
Así lo advierte el psicólogo Ariel Posso, especialista en salud mental, quien señala que cada vez más niños y adolescentes muestran signos de dependencia hacia las pantallas y redes sociales.
El tema será abordado en el cuarto fascículo de la segunda edición de Mente Sana, un proyecto de Diario LA PRENSA que busca educar, crear conciencia y contribuir al bienestar emocional de la niñez, adolescencia y juventud hondureña.
Posso indicó que el problema radica en que la sociedad ha normalizado el uso excesivo de la tecnología, sin detenerse a evaluar su impacto. “Cuando el uso de redes y pantallas se vuelve compulsivo y escapa del control, estamos ante una conducta adictiva”, apuntó.
Explicó que, a diferencia de otras adicciones, la dependencia digital no involucra una sustancia física, pero sí activa los mismos mecanismos cerebrales de recompensa.
Cada “like”, comentario o interacción en redes genera una descarga de dopamina, creando una sensación de placer que impulsa al usuario a buscar más. “Neurológicamente es igual de adictivo que cualquier otra sustancia”, enfatizó Posso.
Entre los primeros signos de alerta destacan la preocupación constante por estar conectado, la irritabilidad o ansiedad cuando se pierde el acceso al dispositivo, y las alteraciones en el sueño. Muchos adolescentes trasnochan frente a la pantalla, reduciendo sus horas de descanso y afectando su concentración durante el día.
El impacto psicológico también es profundo, pues el uso excesivo de redes puede agravar síntomas de depresión y ansiedad, especialmente cuando los jóvenes se comparan con los estándares irreales que consumen en línea.
El psicólogo advierte que esta adicción no se limita a las redes sociales, los videojuegos y las plataformas de “streaming” también pueden generar dependencia.
“El videojuego ofrece algo que muchas veces falta en casa, la validación. Cuando el adolescente no recibe palabras de afirmación en su entorno real, las busca en el entorno virtual, donde siempre hay recompensas”, señaló.
El impacto de esta dependencia también se extiende al ámbito familiar y educativo. El exceso de tiempo frente a pantallas puede reducir la interacción social, fragmentar la empatía y deteriorar la capacidad de asombro.
“Hoy hay muchos jóvenes que se aíslan y su rendimiento escolar disminuye porque el cerebro se ha entrenado para atender estímulos cortos, como videos de 30 segundos”, comentó Posso.
Aunque en Honduras no existen estadísticas nacionales sobre el tiempo promedio que los jóvenes pasan conectados, los registros internacionales y los propios dispositivos móviles revelan un uso promedio de hasta ocho horas diarias.
“Es como una jornada laboral”, dijo el experto, a la vez que recomendó a los padres revisar los tiempos de uso en los teléfonos y, sobre todo, ejercer una supervisión activa. En cuanto a límites, Posso sugiere que los niños menores de seis años no pasen más de treinta minutos diarios frente a pantallas, siempre bajo supervisión.
Mientras que los adolescentes pueden usar la tecnología por períodos más amplios, pero con acompañamiento y normas claras. “La clave no está en prohibir, sino en guiar”, afirmó.Reducir el tiempo frente a pantallas puede tener efectos positivos inmediatos.
Estudios internacionales han demostrado que disminuir el uso de pantallas y redes sociales ha contribuido a reducir síntomas de la depresión y fomenta la creatividad. “Desconectarse permite descubrir talentos, pasar tiempo en familia y fortalecer la autoestima”, subrayó.
Acerca de cómo apoyar a una persona que está atravesando por un proceso de dependencia a pantallas o redes sociales, Posso dijo que lo primero es no estigmatizar a quienes presentan síntomas de adicción digital, también es muy importante escuchar sin juzgar, compartir más tiempo de calidad e incentivar a las personas a crear nuevos hábitos o practicar nuevas actividades.
“Ridiculizar o minimizar el problema solo agrava el aislamiento. Lo esencial es la empatía, el acompañamiento y, si es necesario, buscar ayuda profesional”, concluyó.