Nuevas formas de bullying acorralan a los adolescentes de Honduras
El ciberacoso cruza los espacios seguros y persigue a los jóvenes hasta sus hogares

- 20 de abril de 2025 a las 23:59 /
Sariah Amador Canales, de 15 años, tomó la trágica decisión de quitarse la vida tras sufrir meses de cruel acoso en redes sociales y ataques verbales.
Según sus parientes, profundamente afectados por el dolor, la adolescente se convirtió en blanco de mensajes ofensivos y publicaciones malintencionadas que dañaron gravemente su autoestima.
A Amador Canales, que tenía dos cuentas en Instagram y una en TikTok, la declararon muerta el 31 de diciembre de 2024 en un centro médico de Juticalpa, Olancho, al oriente de Honduras, horas después de haber ingerido fosfuro de aluminio, conocido coloquialmente como “pastillas de curar frijoles”, en su casa, ubicada en el municipio vecino de Campamento.
Marizol Marcía, familiar de la adolescente, lamentó en Facebook que el bullying haya empujado a Amador Canales a tomar una decisión que dejó destroza a toda la familia.
“Justicia para mi niña Sariah Amador. Ningún motivo tiene validez para haber apagado la luz de una niña que se sintió sola en este mundo tan cruel. Una familia entera quedó destrozada al darle el último adiós. Repudiamos a esos jóvenes que se creen mejor que otros”, publicó en esa red social.
A cuatro meses del suceso que conmovió a Campamento, los familiares creen que las investigaciones policiales no han avanzado. En una entrevista telefónica con LA PRENSA, Manuel Amador Girón, padre de Sariah, respondió que "ese caso está como casi olvidado".
“La verdad es que yo desconozco, porque por eso que yo... para vaciar el sistema (teléfono), pero no ha habido ningún resultado (...), las personas que llevaron el sistema no han dado resultados”, respondió Amador Girón, guarda de seguridad de una agencia bancaria, al ser consultado por LA PRENSA sobre si Sariah recibía ataques por internet o verbales.
En los últimos años, la sociedad hondureña han sido testigos de un aumento desgarrador de los suicidios de adolescentes a causa del ciberacoso que, tras la pandemia, adquirió un rostro invisible pero profundamente destructivo y demoledor emocionalmente.
Acoso en todas sus formas
Entre 2020 y 2024, se suicidaron en todo el país alrededor de 275 menores de 18 años, de acuerdo con cifras de Casa Alianza Honduras, organización no gubernamental que defiende los derechos de la niñez y promueve campañas de concienciación contra el acoso escolar.
En entrevista con LA PRENSA, Ricardo Coello, director de programas de Casa Alianza Honduras, ha advertido que los adolescentes están luchando por sobrellevar una avalancha de insultos, amenazas y humillaciones recibidas a través de las diferentes redes sociales que al final, en algunos casos, desencadenan problemas sicológicos que llevan a las víctimas a tomar decisiones fatales.
“Nosotros no podemos descartar que algún niño o niña se haya sentido tan mal para tomar una decisión de esta magnitud, por supuesto que sí. El bullying afecta la estima del niño y niña, más cuando la comunicación con la familia no existe, cuando no hay alguien que lo escuche u oriente”, dice.
Por los casos que conoce esa organización, Coello concluye que el “ciberacoso es una de las situaciones más terribles que entró en auge a partir de la pandemia, cuando casi todas las personas estaban encerradas, y cuando los niños y niñas recibían clases de manera virtual. Hoy en día hay más de 2,000 redes sociales y tantos medios por los cuales pueden contactar a un niño”.
La gravedad de este fenómeno también es reconocida por psicólogos en todo el país, quienes atienden con mayor frecuencia a menores que sufren depresión o expresan ideas suicidas como secuela de los constantes ataques que experimentan y sufren refugiados en el silencio.
“Este tipo de acoso cada día va en aumento; por medio de redes sociales emiten opiniones, divulgan información sin el consentimiento de la persona, amenazan; inventan mentiras, denigran a otros, se burlan de la apariencia o físico de un tercero, invaden la privacidad de otros o, inclusive, lo que está de moda hoy en día, hacen uso de la inteligencia artificial para crear la voz o suplantar editando imágenes con el rostro o partes del cuerpo de otras personas. Esto lo vemos muy a menudo y, a diario, va en aumento tanto en el ámbito escolar como social”, dice la psicóloga clínica Aminta Paz.

En alza casos de cyberbullying
Paz explica que a su consultorio Psicología CREE, ubicado en colonia El Roble, San Pedro Sula, han llegado menores de edad víctimas de cyberbullyin que relatan que “en grupos de chat difunden fotografías burlándose de compañeros, imágenes alteradas para causar daño a la reputación de la persona afectada o, inclusive, para difundir información privada de otros”.
Destaca que algunos pacientes le han relatado sobre la “creación de páginas de colegios o escuelas por alumnos exclusivamente para divulgar este tipo de contenido”. Dice que esto “podría verse inofensivo si no se profundiza en el daño psicológico y de autoestima que este tipo de acciones conlleva contra la víctima”.
El fácil acceso a plataformas digitales ha transformado las redes sociales en un arma de doble filo. Aunque brindan conexión, también fomentan ambientes hostiles. Aplicaciones como WhatsApp, Instagram y TikTok, muy populares entre los jóvenes hondureños, se han convertido en escenarios donde la autoestima es constantemente despedazada.
La expansión del ciberacoso y del acoso escolar en general se debe, en parte, a la falta de control en muchos centros educativos (tanto públicos como privados), donde las autoridades permiten que los agresores actúen con impunidad, recibiendo apenas reprimendas simbólicas.
“En mi escuela, los más fuertes molestan a los más débiles. Si alguno se queja con sus padres o maestros, las agresiones aumentan. A los agresores no los castigan; solo les levantan una ficha. Así como pueden golpear a un compañero, también le hacen memes o publicaciones ofensivas en internet, también lo hacen contra los maestros”, relata un estudiante de un centro educativo de San Pedro Sula.
Pese a que el daño emocional en niños y adolescentes víctimas es profundo, los padres no siempre lo perciben. A diferencia del acoso físico, que suele limitarse al entorno de las aulas, el ciberacoso los persigue incluso en sus hogares porque atraviesa los espacios seguros por medio de los dispositivos móviles.
En el caso de Sariah, la avalancha de mensajes ofensivos se tornó insoportable hasta llevarla a un punto sin retorno que su familia no logró prever, hasta que la encontraron intoxicada en su habitación.

Susan Ocampo, presidenta del Colegio de Psicólogos de Honduras (COPSIH), capítulo de Cortés, dice que “el bullying, o acoso escolar, es una forma de violencia sistemática que ocurre entre estudiantes, donde uno o más agresores ejercen maltrato intencional sobre una víctima específica de manera reiterada en el tiempo. Este maltrato puede manifestarse de diversas formas: psicológico, verbal, físico
“El bullying no solo afecta a la víctima y al agresor, sino que también tiene implicaciones para los observadores, la comunidad escolar y la sociedad en general, debido a sus consecuencias en el desarrollo emocional y social de los niños y adolescentes. Los adolescentes son los más vulnerables al consumo de sustancias psicoactivas por múltiples factores que pueden influir en ellos: como su entorno, relaciones interpersonales, estado emocional u otros”, dice.
Advierte que “en otros países, el bullying puede ser un factor de riesgo para el consumo de sustancias psicoactivas, pero en nuestro contexto, no es algo que esté relacionado, o es bullying o es droga. El consumo de drogas comienza por querer experimentar y usualmente se comienza con tabaco o alcohol a temprana edad (adolescencia). Ante sospechas de consumo de drogas, es necesario buscar ayuda psicológica y psiquiátrica".
En diciembre de 2014, el Congreso Nacional aprobó la Ley Contra el Acoso Escolar con el “objeto promover la buena convivencia en los centros educativos para prevenir, sancionar y erradicar toda forma de violencia, física o psicológica, agresiones, hostigamientos, intimidación y cualquier acto considerado como acoso, entre los alumnos” y en la cual estableció como bullyng “cibernético” cuando “sea manifestado a través de los medios de las tecnologías de la información, tales como: celulares, internet, redes sociales, fotografías y vídeo”.
Sin embargo, dado a que en 2014, el acoso cibernético era incipiente porque sólo 2.5 millones utilizaban internet, no incluyeron en la ley mecanismos específicos para enfrentarlo.
En 2025, cuando hay más de 7 millones de hondureños conectados a la red, de acuerdo con las últimas cifras de DataReportal, y con herramientas de Inteligencia Artificial (IA) a alcance de los agresores, la legislación actual resulta insuficiente ante la magnitud de esta epidemia silenciosa.
Psicólogos consultados por La Prensa coinciden en que el acoso cibernético en Honduras ha alcanzado niveles tan extremos que supera incluso los casos retratados en la serie británica de moda Adolescencia (Netflix), estrenada el 13 de marzo.
En ese drama, los protagonistas practican el bullying en redes sociales mediante mensajes codificados, utilizando emojis con significados siniestros. En contraste, en Honduras, los estudiantes agresores recurren abiertamente a un lenguaje vulgar y soez, sin filtros, sin sutilezas.