Diez años han pasado desde aquel fatídico 23 de agosto de 2010, en el que 72 migrantes fueron asesinados por el crimen organizado en un rancho de El Huizachal, en San Fernando, estado de Tamaulipas, México.
Esta es considerada la mayor matanza ocurrida en un solo acontecimiento en la historia de la migración.
Desde entonces, la Fundación para la Justicia, una organización no gubernamental que apoya en la búsqueda de migrantes desaparecidos, ha estado incidiendo para que los familiares de los 24 migrantes de Honduras, 14 de El Salvador y 13 de Guatemala, sean indemnizados.
Casas de migrantes conmemoran la peor masacre de la migración.
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En el caso de los hondureños, los parientes de las víctimas siguen peleando el resarcimiento.
“Fundación para la Justicia está luchando por la compensación de daños. Aquí también se ha incluido a 10 familias de Comayagua, La Paz y Olancho, cuyos parientes murieron en otra tragedia, la de Cadereyta.
Todo está en proceso, pero se espera la indemnización”, explicó Rosa Nelly Santos, del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de Honduras (Cofamiproh).
En deuda
Los coordinadores de Casas de Migrantes de 11 organizaciones de los estados de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, México, han pedido que se reactive la investigación de la masacre.“Desde hace 10 años, 72 familias siguen esperando que se conozca quiénes y por qué mataron a sus seres queridos cuando transitaban por la ruta del migrante”, señala el comunicado que emitieron las Casas de Migrantes.
Las ceremonias para honrar la memoria de los 72 migrantes asesinados en San Fernando se realizan en todas las Casas del Migrante de México.
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En junio de 2011 cayó el Wache y, más tarde, en San Luis Potosí, fue detenido Arturo Benítez Ramírez.
Policías y fiscales estimaron que ellos eran dos de los principales autores del múltiple asesinato, pero todo quedó impune y no hay certeza si habrá justicia para estas familias.
Historias
Los 24 hondureños asesinados eran de Olancho, Francisco Morazán, San Pedro Sula, La Lima, Omoa y El Progreso.De Omoa era Miguel Ángel Cárcamo. Sus ilusiones de prosperar en Estados Unidos se acabaron cuando un disparo cegó su vida. Vivía en la aldea El Guante, Francisco Morazán, y salió el 2 de agosto rumbo al norte.
Datos
3 masacres contra migrantes registra México: San Fernando, las fosas de Tamaulipas y Cadereyta.
17 policías municipales detenidos por la masacre fueron liberados.
11 migrantes no identificados Autoridades tienen esa deuda con las víctimas y parientes.
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En El Progreso, la familia de Eva Nohemí Cerrato aún no mitiga el dolor por su ausencia.
“Lo único que me dijeron es que se la llevó un cartel. Les propusieron trabajar para Los Zetas, pero como no quisieron los mataron”, señaló Élida, madre de Eva, cuyo cuerpo fue el último en ser repatriado en julio de 2014.
Esa es la peor tragedia de la migración en México.
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La esposa de uno de los fallecidos huyó porque, según relataron parientes, miembros de una banda criminal que opera en la colonia le dijeron que le ayudarían con la alimentación y estudio del niño, pero que al cumplir nueve años lo reclutarían en la pandilla, y por eso se fue de la zona.
Peligros
La masacre marcó un antes y un después, no solo por los peligros en México, sino por la falta de protocolos de atención a los migrantes.“Esa masacre constituyó la evidencia de la dimensión del peligro que enfrentan los migrantes en territorio mexicano.
Se desnudó la forma impune en que opera el crimen organizado en ese país y se vio la necesidad de fortalecer desde nuestro propio Estado la protección consular” expresó Sally Valladares, analista en migración.
Los familiares de las víctimas no olvidan la masacre y no se explican cómo, 10 años después, no hay justicia para sus parientes.
“La masacre marcó mi vida para siempre” TEGUCIGALPA. “Esta es una de las tragedias más dolorosas que Honduras ha enfrentado como consecuencia de los flujos migratorios. Siendo viceministro de Relaciones Exteriores recibimos la noticia, aún vaga e imprecisa, pero confirmada. Recuerdo el horror de las primeras fotos, la incertidumbre, el dolor. Viajé a México. Me reuní con el entonces subsecretario de Relaciones Exteriores de EUA para América Latina, Rubén Beltrán Guerrero. Se mostraba preocupado por la situación. Mi objetivo era llegar hasta San Fernando y mi intención irrenunciable cumplir con la misión de identificar a los hondureños asesinados. San Fernando era prácticamente una zona de guerra. México me prestó una seguridad extrema, me negaban la posibilidad de trasladarme a Tamaulipas. Pese a ello, renuncié a la protección y les dije que iría. Viajé en el avión de la PGR y fui trasladado al lugar del hecho. Aterrizamos y fuimos recibidos por una caravana de vehículos de la Policía Federal”, recuerda Alden Rivera.
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