Santa María de Suyapa encarna tanto la espiritualidad como la identidad de la nación católica hondureña.
Su dimensión e imagen se proyectan dentro y fuera de la patria; es por ello que anualmente, se desplazan miles de personas desde los cuatro puntos cardinales y desde otros países, cercanos y lejanos, para converger en su imponente basílica, bien para implorarle favores, bien para agradecerle por haber atendido sus plegarias. Desafían las bajas temperaturas, la fatiga, el dejar atrás durante el trayecto a sus hogares, demostrando su fervor y devoción al culto mariano.
Nuestras paisanas garífunas viajando desde sus comunidades costeñas le demuestran su cariño con espectáculo artístico-religioso que combina danza, música, oraciones.
En tiempos como los actuales, inciertos, violentos, imploremos a la Morenita por la reconciliación, la paz y fraternidad de la familia hondureña, hoy dividida en bandos antagónicos, enfrentados los unos con los otros.
Su inmensa, infinita piedad escuchara nuestras suplicas y plegarias, intercediendo ante su Hijo para dejar atrás y para siempre, sentimientos negativos: rencor, odio, fanatismo, que nos debilita, para devolvernos la unidad perdida, cerrando filas alrededor de un solo y común propósito: restañar heridas, reconstruir la casa que nos alberga sobre bases solidas y duraderas sobre las cuales edificar, con la buena voluntad y aportes de todas y todos sin excepción, la nueva Honduras, digna y prospera, tolerante y solidaria, segura de sí misma en la ruta a recorrer y poder reencontrarse con fraterno abrazo y convocatoria permanente.
Roguemos que nos ilumine y redima para nuestra redención individual y colectiva, para auto conocernos, valorarnos, en democracia. Así sea.