Reducción de la asistencia humanitaria

Si se lograra la repatriación de capitales hoy depositados en bancos extranjeros y que cada quien tribute de acuerdo con sus ingresos reales, no habría necesidad de implorar la caridad mundial.

El cierre de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) del Gobierno de los Estados Unidos de América ha afectado múltiples programas que durante décadas han contribuido al financiamiento de rubros tan diversos como salud, educación, planificación familiar y nutrición en países pobres como el nuestro.

Su clausura parece haber tenido un efecto dominó, ya que otras naciones desarrolladas, al igual que organismos internacionales, están recortando significativamente los montos de sus ayudas, tal como lo ha divulgado el Plan de Respuesta Humanitaria presentado por la Organización de Naciones Unidas y sectores sociales.

La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios informa que si la actual tendencia continúa, existe alto riesgo de que miles de personas ya no recibirán asistencias que marcan la diferencia entre el desarrollo y bienestar humano o su ausencia.

Para el primer semestre de 2025 solamente se cubrió el 9% de lo requerido. Hasta julio de este año apenas se ha alcanzado al 10.7% de la población meta, afectando los programas de agua, saneamiento e higiene, violencia de género, nutrición, que no recibieron hasta ahora financiamiento alguno. Tales recortes no son recientes, progresivamente han sido disminuidos, lo que refleja, en el caso hondureño, el mal manejo de los fondos recibidos, desviados hacia otros programas distintos a los inicialmente programados o, peor aún, han sido despilfarrados o ido a parar a cuentas bancarias de los funcionarios responsables de su administración, en un vergonzoso y repudiable caso de corrupción que incide negativamente en la credibilidad e imagen del Gobierno de turno. No debe olvidarse que los dineros generosamente donados por países amigos provienen de los impuestos pagados por sus connacionales, y sus agentes diplomáticos informan puntualmente a sus cancillerías respecto al buen o mal uso y destino de sus aportes. Si bien alcanzar la autarquía económica no es posible, sí lo es alcanzar la autosuficiencia en rubros como la seguridad alimentaria, si se logra -vía reformas estructurales- fortalecer el mercado interno mediante el alza del poder adquisitivo de nuestros compatriotas.

Y la tradicional y perjudicial actitud mendicante, de menesteroso solicitante de compasión y piedad debe ser descartada, ya que daña nuestra autoestima y fortalece una cultura de dependencia que bloquea el esfuerzo propio y la movilización de nuestros recursos humanos y materiales.

Si se lograra la repatriación de capitales hoy depositados en bancos extranjeros y que cada quien tribute de acuerdo con sus ingresos reales, no habría necesidad de implorar la caridad mundial. Tampoco podemos depender indefinidamente de las remesas enviadas por hondureños residentes en el exterior, hasta hoy la principal y más importante fuente de divisas.

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