El más reciente ejemplo de tal peligrosa tendencia está ocurriendo al interior del Consejo Nacional Electoral (CNE), lo que tiene como causal el hecho de que sus más altos ejecutivos son militantes activos del tripardismo, con instrucciones y estrategias de corte clientelista, lo que está provocando su creciente debilitamiento y pérdida de credibilidad ante la ciudadanía, y, por extensión, del sistema democrático y su legitimidad. Lejos de fortalecerse, profundizarse y ampliarse, retrocede y se corrompe, en vez de modernizase y renovarse.
La decisión de las cúpulas políticas que las instituciones estuvieran en manos de los partidos hoy pasa factura: sembraron vientos, hoy cosechan tempestades. Tal fatal determinación ha sido y continúa siendo fuente de abuso de poder, corrupción, impunidad, falta de transparencia en toda la estructura institucional y en todos los niveles.
El crimen organizado se ha aprovechado de tal realidad para infiltrar y manipular para su beneficio los tres poderes estatales, contando con la lealtad de personas que se lucran con los puestos asignados en la administración pública y forman la quinta columna del narcotráfico, que de hecho privatiza la institucionalidad.
La vigilancia y monitoreo de las distintas instituciones por parte de la sociedad civil debe ser permanente, no ocasional, a efecto de protegerlas y fortalecerlas, con enfoques a la vez críticos y propositivos.
Y cuando sea necesario, cuando una determinada institución ha dejado de cumplir las funciones para las que fue creada, su reemplazo, siguiendo estrictamente los pasos ya establecidos en la legislación vigente, por otras, más dinámicas, profesionales y receptivas a los reclamos y demandas ciudadanas, con mayores grados de legitimidad, credibilidad, racionalidad y profesionalismo, en función de objetivos y metas previamente establecidas, no al servicio de los partidos políticos.
Cuando ello ocurre, las instituciones politizadas se debilitan, atrofian, derrochando los recursos presupuestarios asignados para su funcionamiento eficaz.
El nombramiento del recurso humano que piensa y actúa en función de la nación y del bien colectivo, no del interés partidario, poseedor de capacidad ejecutiva, experiencia, ética, resulta clave para su éxito o su fracaso.
Hoy, el CNE enfrenta severos retos y desafíos, que requieren de la construcción de diálogos, acuerdos, consensos sinceros, obligatorios para poder remontar la actual crisis que lo desacredita y lo debilita en la misión que el pueblo le ha encomendado.