Asimetría abismal

Las negociaciones para la firma de un tratado de libre comercio entre ambos naciones se encuentran en la última etapa, estancadas desde julio de 2024.

Cuando el actual gobierno presidido por la presidenta Xiomara Castro decidió romper relaciones diplomáticas con Taiwán para inaugurarlas con China continental, calculó que con ello se iniciaba un período de bonanza y prosperidad para nuestra economía, dado que la nación asiática es la segunda potencia industrial y comercial del mundo.

Esta premisa resultó equivocada, un falso error de cálculo: tras más de dos años y medio de vigencia en las relaciones bilaterales, nuestro país experimenta un creciente déficit en su balanza comercial con el gigante del Lejano Oriente, causando pérdidas por aproximadamente $300 millones. Ello debido a que no nos compra los volúmenes de productos que sí adquiría Taiwán, la pequeña gran nación insular: camarón, café, carne.

Las cifras son más que elocuentes: entre 2022 y 2025, China solamente nos ha comprado mercancías y bienes por un monto de $107.9 millones, cifra inferior a las importaciones que Taiwán realizó solo en 2022: $121.4 millones. En el mismo periodo, Honduras compró a China mercancías por $8,761 millones.

En el primer semestre de 2025, de acuerdo con el BCH, el déficit comercial con China alcanzó $1,476.9 millones, saldo superior a los registrados en igual período de 2023 y 2024. Entre enero-junio 2025 las exportaciones hondureñas hacia Pekín solamente representaron $33 millones.

Las negociaciones para la firma de un tratado de libre comercio entre ambos naciones se encuentran en la última etapa, estancadas desde julio de 2024.

Honduras cuenta con una carta que no ha explotado para lograr beneficios tangibles: su posición geo-estratégica, su cercanía al mercado consumidor más importante del planeta: los Estados Unidos, el contar con puertos en ambas costas.

La muy limitada inversión china en Honduras se orienta a la apertura de tiendas que venden bienes de consumo de baja calidad en razón del muy bajo poder adquisitivo de la mayoría de nuestros compatriotas, desplazando a la pequeña y mediana empresa hondureña.

Si las empresas chinas, públicas y privadas, invirtieran en rubros como energía eléctrica, eólica, solar, modernización de puertos, ferrocarril interoceánico, electrónica, carreteras, sí veríamos un aspecto positivo, generador de fuentes de empleo masivo, con efectos duraderos. Pero ese no es el caso. Nuestros negociadores carecen de suficiente capacidad para defender el interés nacional, ignoramos si por prevalecer consideraciones ideológicas antes que materiales. Sea como fuere, ha sido un pésimo negocio, al menos hasta ahora, el inaugurar relaciones plenas con China Continental y eliminarlas con el socio que nos ha favorecido de diversas maneras, a lo largo de décadas: Taiwán, sin exigir condicionalidades ni compromisos políticos.

Aquí se aplica el refrán: “candil de la calle, oscuridad de la casa”.

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