Votar no es lo mismo que creer

“El país no está ante el riesgo de la abstención, sino ante la posibilidad de un resultado sin credibilidad”

  • 01 de noviembre de 2025 a las 00:00 -

El cierre del período legal para divulgar encuestas electorales deja una última lectura sobre el pulso del país: Honduras llega a las elecciones con alta participación esperada, pero con baja confianza en su árbitro electoral.

Según los últimos sondeos, un 62 % de los ciudadanos asegura que votará el 30 de noviembre, una cifra que coincide con la media histórica de participación en elecciones generales. Sin embargo, apenas un 27 % confía plenamente en que los resultados reflejarán la voluntad popular. Este contraste revela el estado real de la democracia hondureña: una ciudadanía dispuesta a ejercer el voto, pero no necesariamente convencida de que su voto valdrá lo mismo que su intención. Más de un tercio adicional responde tal vez al ser consultado sobre la confianza en el proceso, lo que evidencia una duda estructural hacia la institución que debería garantizar transparencia.

En ese contexto, el voto decidido se consolidó en los últimos días antes del cierre de encuestas. La mayor parte del electorado que ya tiene definida su preferencia mantiene una determinación firme de acudir a las urnas. Pero alrededor de ese núcleo duro permanece una franja indecisa, casi un tercio de los votantes, que aún no confía ni en el sistema ni en los actores políticos. Este segmento es el verdadero termómetro del desencanto: sabe que votará, pero no tiene certeza de por qué ni para qué.

El hallazgo más relevante no está en la competencia entre los partidos, sino en el desgaste del árbitro. Cuando seis de cada diez hondureños no confían plenamente en la autoridad electoral, el problema deja de ser político para convertirse en institucional.

El país no está ante el riesgo de la abstención, sino ante la posibilidad de un resultado sin credibilidad. La gente votará, por convicción, por costumbre o por hartazgo, pero lo hará mirando de reojo al CNE. Esa es la paradoja de esta elección: la participación parece asegurada, pero la fe en el sistema está en duda. Si el resultado final no coincide con las expectativas de quienes ya desconfían, el conflicto no nacerá de las urnas, sino de la falta de confianza en quien las custodia.

Honduras votará, pero no cree. Y ese es el verdadero desafío para la democracia.

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