Un adiós a la indiferencia

La caminata demostró también que nuestra gente prefiere la esperanza, en lugar del miedo

  • 17 de agosto de 2025 a las 23:55 -

La caminata por la familia, la paz y la democracia, convocada por la Conferencia Episcopal y la Confraternidad Evangélica de Honduras, nos deja muchos mensajes que es importante comprender, para tener una visión más clara sobre el presente y el futuro del país.

El llamado fue bien recibido por la población y significó un adiós a la indiferencia que muchas veces pensamos que prevalece, sobre temas que se relacionan con el destino de la nación.

Fue una expresión del cansancio de ser considerados como uno de los países más violentos de América Latina, una forma de demostrar que más allá de lo que acontece, hay un pueblo que anhela vivir en paz.

La paz que se construye con respeto y tolerancia, que reconoce la dignidad humana en todas las personas, sin excepción. La convivencia que se logra cuando nos enfocamos en el bien común, por encima de nuestras diferencias.

Además de los mensajes clave de la caminata por la familia, la paz y la democracia, encontramos uno evidente: rechazamos la violencia y la intimidación.

La participación contundente de los jóvenes nos dio otro mensaje: La fe está más vigente que nunca y las iglesias se mantienen renovadas.

Además, queda claro que la Iglesia, como institución, sigue contando con la confianza del pueblo. La reputación, basada en acciones concretas de solidaridad, a lo largo del tiempo, en todos los rincones de Honduras, ha construido una base sólida que resiste incluso a los ataques más ponzoñosos.

Hay que reconocer que, en la adversidad, las Iglesias siempre han estado del lado del pueblo, ayudando, acompañando y guiando. Si bien es cierto que no son perfectas, en la medida en la que están conformadas por personas imperfectas, sus mensajes son claros y consistentes.

Un nuevo mensaje asoma: Más allá de las palabras, hay que revisar la congruencia con la actuación a lo largo del tiempo.

La caminata por la familia, la paz y la democracia ha puesto de relieve que éste sigue siendo un país que tiene la fe puesta en Dios y que una de sus grandes fortalezas es la oración. Esta realidad es fácil de aceptar para los creyentes, pero muy difícil de comprender para quienes no lo son. Más allá de la comprensión, nos debe unir el respeto.

Descalificar esta caminata por no compartir credo, ni pensamiento, solamente subraya la importancia de seguir atendiendo el llamado a la paz y la democracia, especialmente cuando nos encontramos tan cerca de un proceso electoral que desde ya se vislumbra complejo.

El llamado por la familia, la paz y la democracia no debería ser motivo de hostilidad, de división y rechazo. Más bien debería ser acogido, entendiendo que deseamos construir un presente y un futuro mejor, para todos.

La caminata demostró también que nuestra gente prefiere la esperanza, en lugar del miedo; la construcción de la unidad, en lugar de la exacerbación de las diferencias.

Ojalá los mensajes sean recibidos.

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