16/04/2024
12:06 AM

“Serás más feliz”

Henry Asterio Rodríguez

El tiempo de Navidad nos ayuda a descubrir en el niño de Belén, tanto el rostro humano de Dios, como el rostro divino del hombre. Dios ha enviado a su Hijo como la brújula existencial de la humanidad, pues con su vida, su presencia, sus palabras y acciones, Cristo se vuelve el testigo por antonomasia del Padre y el revelador más potente de su amor por nosotros (cfr. Jn 3,16). En Jesús, el ser humano es capaz de encontrar un vademécum que le ayude a descubrir la verdad sobre sí mismo, cuando se deja inspirar y se adhiere a los valores, virtudes y principios del Reino de Dios, del que el Señor es camino, verdad y vida (Cfr.Jn 14,6).

Por eso el magisterio de la Iglesia afirma que: “Dios ha hecho todo para el hombre. Pero al hombre, la única criatura querida por Dios por sí misma (GS), lo ha creado para que sea eternamente feliz. Esto lo alcanza conociendo a Dios, amándole, sirviéndole y viviendo con agradecimiento a su Creador” (CEC 358).

De aquí que sea posible sostener que, quien no conoce a Dios, tenga pocas esperanzas de encontrar verdaderamente su felicidad, pues siempre se estará vacío, sintiendo que le falta algo, o mejor dicho, alguien en su vida.

Para nadie es un secreto que la sociedad actual ha dejado de tener a Dios como primer y último referente, algo paradójico, en un mundo que idolatra el bienestar, el confort, y que hace de “la felicidad”, la meta a alcanzar, o al menos esa es la supuesta esperanza.

El poeta inglés Alfred Tennyson escribió: “La esperanza sonríe desde el umbral del año que viene susurrando: serás más feliz”. Estamos a punto de iniciar un nuevo año, el 2023 después del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, un momento especial para hacer un buen examen de conciencia y cuestionarnos en dónde, en qué, o en quién hemos puesto nuestra esperanza.

Doce meses han pasado, tiempo que cada uno sabrá evaluar si ha sido bien invertido. Seguramente algunos han perdido seres queridos, a quien de manera especial recordaremos en Nochevieja, pero la verdadera pérdida al final de la vida es aquello que hemos dejado de hacer, o el tiempo que hemos desperdiciado lamentándonos más, y amando menos. Queriendo avanzar por propia fuerza, olvidándonos de aquel que es nuestra verdadera esperanza, Dios mismo.

El único capaz de ayudarnos a resistir a pesar de las desilusiones y sufrimientos, porque es Él, quien nos ha amado y nos sigue amando “hasta el extremo”, “hasta el total cumplimiento” de la historia (Cfr, Jn 13, 1; 19,30) iniciemos este año que nace con ánimo renovado, procurando buscar más a Dios, pues como escribió R. Tagore: “Cada Criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres”.