“El corazón de una madre es un abismo profundo en cuyo fondo siempre encontrarás el perdón”: Honore Balzac.
Las madres son portadoras de lo más sublime de la vida. El valor de comprender a sus hijos es la fuerza de una madre que desafía aun lo más duro de la naturaleza. No puedo dejar de mencionar la paciencia que las madres expresan al emprender un viaje de aventura y descubrir el aprendizaje mutuo con sus hijos, ya que cada hijo que engendra es un futuro de sorpresas. La resiliencia y esfuerzo, el dejar la piel y vida cada mañana al preparar los alimentos de sus hijos cuando van a la escuela, el tener que regresar a la escuela y enfrentar los desafíos de las demandas de reclamos o esperar las afirmaciones del buen comportamiento de sus hijos, asumiendo el reto de decir sí o no; creyendo que sus hijos son lo mejor; ellas merecen mis respetos, y un aplauso aún mayor a aquellas madres solteras que han tenido que llevar esa carga solas, aun sabiendo que el Dios Todopoderoso les ha sustentado con sabiduría, entendimiento y gracia.
La empatía de esas madres para lograr ponerse los zapatos de sus hijos y seguir el camino sin desmayar.
El ejemplo, el cual una madre ha dado, de esto depende la cortesía, respeto, educación y la responsabilidad que asuma en los desafíos de la vida.
Merecen siempre recibir la honra. Muchos tuvieron el privilegio de criarse con su madre, otros quizá no tuvieron esa linda experiencia; pero tuvieron un ángel que les cuidó, una mujer llamada tía, prima, abuela o hermana que les cuidó.
Cada mujer se prepara para su misión divina y eterna de maternidad”. Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el señor tu Dios te da”, Éxodo 20:12 RVR60.
La mujer bondadosa se gana el respeto.