La última del año

Hay que aprender a reconocer aquello que está en nuestras manos cambiar.

  • Actualizado: 29 de diciembre de 2026 a las 00:00 -

Debería dedicar mi última reflexión del año a la reciente declaratoria de presidente electo, a los recovecos y a las conjeturas de este proceso electoral. Tal vez sería interesante anticipar los desafíos de un nuevo gobierno, la complejidad que se prevé en nuestra política exterior y las relaciones que habrá que revisar.

A lo mejor podría escribirles sobre lo que esperamos y lo que puede pasar, pero corro el riesgo de ser solo una voz más que hable de lo mismo, sin dejar nada personal.

Prefiero dedicar este espacio para que reflexionemos juntos sobre aquello que debe permanecer en nosotros para el año que está por comenzar.

Puede que los preparativos de las celebraciones, el bullicio y las tradiciones nos entretengan y eviten concentrarnos en otros temas; sin embargo, debemos recordar algunos propósitos que deben acompañarnos siempre.

El primero es cuidar la calidad de nuestros pensamientos. Esto significa que debemos procurar alejarnos de aquellos pensamientos que drenan la energía y que no nos permiten avanzar.

Ni todo tiempo pasado fue mejor ni el futuro por venir es tan desalentador. Si bien hay que reconocer lo que sucede en nuestro entorno inmediato, con lo bueno y lo malo que tiene, no es prudente caer en el desaliento.

Hay que aprender a reconocer aquello que está en nuestras manos cambiar, aunque sea mínimamente, así como todo lo que no depende de nosotros. Hagamos nuestro mejor esfuerzo por incidir de forma positiva en lo que podamos.

Por supuesto, esto no significa caer en un optimismo falso, porque eso tampoco nos permite buscar alternativas para solucionar problemas y crecer. Se trata de mantener, en lo posible, un balance adecuado, reconociendo que cada situación que se presenta tiene pros y contras que hay que tomar en cuenta.

El segundo propósito es conservar los valores que nos definen, a pesar de las circunstancias. En ocasiones, pensamos que actuar de acuerdo con ciertos principios es poco apreciado por los demás y, por eso, no vale la pena.

Cuando eso suceda, hay que recordar que los valores nos definen y no deben responder al reconocimiento externo, sino a una fuerte convicción personal. En otras palabras, no esperemos nada a cambio.

Muchas veces son las expectativas que nos hacemos las que nos provocan frustración. Por ejemplo, actuar con honestidad y bondad no necesariamente significa que recibiremos lo mismo, pero sí nos ofrece la satisfacción de ser congruentes.

El tercer propósito es cultivar la vida espiritual, además de la salud física. Ejercitar la fe es indispensable para mantenernos fuertes a lo largo del año, para celebrar logros y enfrentar la adversidad. La fe y la esperanza son muy importantes para avanzar.

Hay un sinnúmero de propósitos más que podemos enlistar; sin embargo, no es la cantidad la que importa, sino la idoneidad de cada uno y la posibilidad de tenerlos presentes a lo largo del año. Que 2026 tenga muchas oportunidades de convertir los buenos propósitos en realidad.

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