Otro año ya se ha ido, cuántas cosas han pasado... diría don Marco Antonio Solís.
Y de verdad que este ha sido un año por demás intenso.
Sucesos importantes a nivel mundial se sucedían unos a otros; ni bien nos reponíamos de la última noticia cuando nos enterábamos de otra y, sin ánimos de sonar fatalista, las cosas desagradables superaron a las que nos hicieron sentir un poco de alegría. Y para muestra, un botón: el primer día de enero de este año murió el cantante argentino Leo Dan; la voz con la que mucha gente creció y se enamoró se apagó para siempre. Unos días después, nuestro vecino del norte reeligió a su presidente; esto fue motivo de felicidad para unos y preocupación para otros, preocupación que se vio materializada inmediatamente.
Estados Unidos también estrenó papa, no sin que antes muriera su predecesor, el papa Francisco; también falleció Russell M. Nelson, presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ambos luego de décadas de servicio eclesiástico y comunitario.
La guerra en Gaza tuvo al mundo en vilo, pero llegó afortunadamente a su final.
Venezuela fue motivo de noticia no solo por los intentos de liberarla, sino también por el Premio Nobel de la Paz entregado a María Corina Machado, incansable activista de ese país.
La Selección Nacional de Honduras perdió la oportunidad de clasificarse para el Mundial de 2026 y, unos días más tarde, el Club Deportivo Marathón perdía a su presidente, el empresario Orinson Amaya.
Las muertes violentas estuvieron a la orden del día; la de Charlie Kirk, joven político, ocurrida en Utah, y la de la ucraniana Irina Zarutska, atacada en un tren de Carolina del Norte, son solo algunas, muy desafortunadamente.
El mundo del espectáculo también se vistió de luto muchas veces a medida que pasaba el año, con la muerte de artistas, productores y presentadores.
Tal fue el caso de Ruby Pérez, Robert Redford, Diana Keaton, Guillermo del Bosque, Daniel Bisogno, Abraham Quintanilla, Rob Reiner y Ozzy Osbourne, por mencionar solo algunos.
Los lectores de corazón lamentamos mucho el deceso del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, acaecido en abril; asimismo, la pérdida de la primatóloga y activista británica Jane Goodall, ocurrida a comienzos del mes de octubre.
No tenemos idea de lo que nos traerá 2026; solo esperamos que venga con un poquito más de lo bueno y mucho menos de lo malo.
Solo nos queda pedir serenidad para aceptar las cosas que no vamos a poder cambiar, valor para cambiar las que podamos y sabiduría para entender la diferencia.
Que tengamos todos un muy feliz Año Nuevo.