IA para bonos justos

Hoy, hablar de bonos es hablar de una cadena de intermediarios donde menos del 10% llega al campesino.

  • Actualizado: 18 de julio de 2025 a las 00:00 -

En Honduras, los bonos agrícolas nacieron con propósito. El decreto PCM-14-2006 estableció el Bono Tecnológico Productivo para fortalecer la seguridad alimentaria de pequeños productores, mejorar la productividad y romper con la pobreza rural. En sus primeros años, el programa mostró resultados prometedores. Pero con el tiempo, el bono se desvirtuó: se volvió símbolo de campaña, moneda de intercambio político, herramienta de control.

Hoy, hablar de bonos es hablar de una cadena de intermediarios donde menos del 10% llega al campesino. El resto se lo tragan los márgenes, los operadores y las estructuras que simulan ayudar mientras lucran. El productor, en muchos casos, recibe una bolsita simbólica y un discurso político. Y aunque las cifras oficiales hablen de miles de millones invertidos, en el campo se siembra decepción.

La distorsión comenzó hace más de una década y se ha perpetuado con cada administración. Lo que debería ser política pública estratégica terminó convertido en dádiva clientelar. Hasta ahora no hay evidencia de que exista un sistema digital transparente que gestione el bono desde el registro del productor hasta la entrega final. Esa es precisamente la oportunidad que brinda la inteligencia artificial.

Con inteligencia artificial, el bono podría tener trazabilidad total. Algoritmos pueden validar en tiempo real si un productor está registrado correctamente, si su parcela ha sido verificada geográficamente, si su historial productivo justifica el tipo de insumos que recibe, algo así como lo que debería tener Sedesol, también, luego de todo lo evidenciado.

A través de visión computacional y geolocalización, se puede confirmar si los insumos llegaron al destino correcto. Con análisis predictivo, se detectan patrones atípicos, como concentraciones sospechosas de entregas, desvíos o intermediaciones irregulares, y se activa una alerta automática. Además, mediante plataformas abiertas, la ciudadanía puede auditar digitalmente quién recibió qué, cuándo y cómo, sin necesidad de esperar un informe oficial.

La tecnología no es el enemigo. El enemigo es la opacidad. Y el gobierno digital, bien usado, puede ser la vacuna contra el clientelismo. Si queremos que el bono vuelva a tener sentido, no basta con repartirlo: hay que diseñarlo con inteligencia, distribuirlo con datos, y devolverle el alma con verdad.

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