Es interesante dar un vistazo a la historia reciente de Honduras y encontrar que fue en el gobierno del doctor Carlos Roberto Reina, en 1994, cuando se declaró la última semana de agosto como la “Semana Nacional de la Familia”.
No fue una decisión casual, sino que correspondía a que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) había declarado el “Año Internacional de la Familia”.
A través del tiempo -han pasado 31 años- pocas organizaciones han mantenido la conmemoración; quizás la más constante ha sido la Iglesia Católica.
La importancia del fortalecimiento de las familias, como tema de la agenda internacional y nacional actual podría estar subvaluado, producto del creciente interés en otros temas emergentes; sin embargo, es el núcleo de la sociedad, algo que aprendemos desde la escuela y sigue estando vigente.
El concepto tradicional de familia, que incluye mamá, papá e hijos, ha dado paso a otros modelos familiares, de acuerdo con los escenarios que nos presenta la vida actual.
En nuestro entorno, es frecuente encontrar familias monoparentales y reconstruidas, entre otras, y no por ello el concepto de familia pierde su valor.
La familia es el primer espacio donde aprendemos los valores y los principios que ponemos en práctica a lo largo de la vida; en ella debemos encontrar apoyo emocional y protección.
Es la familia la que nos transmite en primera instancia nuestra identidad social y cultural, donde debe sembrarse la fe y la espiritualidad.
Aún con las diferencias de tipología, es imposible dejar a un lado la relevancia de la familia en la formación de las personas, por ello este tema añoso no debe perder importancia.
Ser familia va más allá de un conjunto de obligaciones materiales, de un mero vínculo transaccional; es un espacio donde debe prevalecer la comunicación franca, el respeto y el interés por el bienestar colectivo.
En un momento de la vida del país, en el que corremos el riesgo de que la hostilidad verbal se convierta en otros tipos de violencia, en el que la tolerancia al pensamiento distinto es casi cero, es necesario fortalecer la familia, que está llamada a ser activa, a comprender sus derechos y deberes, a expresarse con respeto y proponer ideas.
En la víspera de la marcha convocada por las Iglesias Católica y Evangélica para este sábado 16 de agosto, conviene recordar que la fecha nos invita a expresarnos como una familia, que tiene diferencias, así como grandes temas que nos unen, por encima de filiaciones políticas: el fortalecimiento de la paz y la democracia.
Recuperemos el sentido de familia, con mente y corazón amplios, por las presentes y las futuras generaciones, desplazando el miedo con la fe.