Gran parte de esas medidas están contrapuestas con la legislación internacional que emana de las disposiciones de la Organización de las Naciones Unidas y sus organismos especializados, de los convenios bilaterales y multilaterales firmados por Los Estados Unidos con muchos países del mundo y con las disposiciones constitucionales de esa nación.
La gran mayoría de los habitantes del planeta aspiran a un mundo de paz, de confraternidad y de cooperación mutua con el fin de lograr el desarrollo global y la superación de las guerras, la pobreza y la miseria.
La conducta del presidente Trump no es nueva entre los mandatarios norteamericanos. No olvidemos que en el siglo pasado el presidente Monroe expuso como norma en las relaciones internacionales de Los Estados Unidos la doctrina que lleva su nombre y que ha validado las múltiples intervenciones armadas y el chantaje de que han sido víctimas la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños. En aplicación de la doctrina Monroe y del Destino Manifiesto, Los Estados Unidos nos ha considerado a los países al Sur del Río Bravo como su patio trasero y nos ha tratado como tal. Luego vino Roosevelt con su política del Gran Garrote pues mediante las amenazas y las invasiones militares impuso su voluntad a muchos países latinoamericanos y arrebató territorios. Es famosa su frase “Yo tomé Panamá”, dicha por Theodore Roosevelt luego de que EEUU lograra una fementida independencia con el fin de cercenarle a perpetuidad, a días después de la proclamación emancipadora de Panamá, una amplia faja de territorio en donde se terminaría de construir el canal iniciado por la compañía de Lesseps.
En esa faja conocida como la Zona del Canal en el territorio panameño arrebatada mediante el engaño y la prepotencia por parte de Los Estados Unidos, imperaba la ley norteamericana y era ahí en donde estaba instalada la Escuela de las Américas que entrenaba a los militares de los ejércitos latinoamericanos para que traicionaran a sus propios países y pueblos.
No sólo Panamá fue expoliada: también fueron cercenados Los Estados Unidos Mexicanos, España que perdió sus colonias Cuba y Puerto Rico, una mediante una independencia de mentirillas y la otra sometida al régimen colonial con el denominador engañoso de Estado Libre Asociado.
Panamá pudo recuperar la integridad de su territorio y el Canal mediante la lucha emprendida por el General Omar Torrijos al frente de su pueblo que posibilitó el Tratado Torrijos Carter para recuperar la Zona del Canal y el Canal desde el año 2000.
Los Estados Unidos nunca aceptó la devolución de la Zona del Canal y el Canal a pesar del compromiso logrado entre Torrijos y Carter, sobre todo quienes se opusieron tenazmente a la justicia que reclamaba Panamá. Entre estos renegados estaba el senador Jesy Helms, quien sin duda jugó un papel preponderante en la invasión a Panamá para capturar a Noriega, pienso yo que no por narcotraficante porque tales actividades las realizó con conocimiento de Norteamérica, sino porque Noriega negó las posibilidades de que Panamá devolviera pacíficamente el Canal.
Ahora Trump, contraviniendo toda la razón de Panamá, dueña legítima del Canal, ha amenazado con retomar la vía, sin que haya negado la posibilidad del uso de la fuerza para someter al pequeño país centroamericano. Y no solo Panamá: amenaza a México, a Canadá, a Dinamarca, a los países latinoamericanos que no se avienen a su política, a Colombia y, por enésima vez, a Cuba al devolverla, sin fundamento alguno, a la lista arbitraria de países que practican y estimulan el terrorismo.
El retorno de Los Estados Unidos a la política del Gran Garrote, para someter a los países latinoamericanos y del Caribe y a muchos otros del planeta, no augura buenos tiempos. Sí, porque indudablemente tal amenaza por parte del presidente Trump inducirá a estos países a la unidad para repeler, como un solo haz de voluntades, cualesquier amenazas en contra de su soberanía y libre autodeterminación