La tensión política en Honduras ha escalado a niveles preocupantes, especialmente por lo que está ocurriendo alrededor del Consejo Nacional Electoral. No se trata solo de una diferencia entre partidos políticos de oposición versus el que está en el poder, es algo más profundo que puede afectar directamente el futuro democrático del país.
Mientras los partidos se enfrentan públicamente, el árbitro electoral se ve debilitado en medio de acusaciones, marchas y acciones legales. Pero el verdadero riesgo es otro: que el país entre en una crisis que impida avanzar con las elecciones, y en ese desorden, alguien termine quedándose con todo el poder.
Este no es un conflicto espontáneo ni una simple confusión política; todo indica que hay una estrategia clara para generar tensión, obligar a la confrontación en las calles y provocar una situación que justifique medidas de excepción. Y en esa jugada, la democracia pierde. Lo más peligroso es que, mientras tanto, los sectores activos del país, empresa privada, iglesias, organizaciones sociales, universidades, se mantienen en silencio, como si el problema fuera solo de los políticos.
Pero si el árbitro se cae, se cae también la confianza en el resultado, y eso afecta a todos. Es momento de que la sociedad despierte. Se necesita acompañamiento nacional e internacional, que los actores externos que observan los procesos electorales, como la Unión Europea, la OEA o el PNUD, se pronuncien y que, dentro del país, cada sector se haga presente. Este no es un problema del CNE, ni de uno o dos partidos: es un tema de país. Y lo más urgente es evitar caer en la trampa.
La trampa es la confrontación en las calles. La estrategia inteligente es mantener la presión en el plano legal, institucional, mediático y político, sin recurrir a escenarios que terminen deslegitimando el proceso democrático. En los momentos más difíciles, es cuando más se necesita inteligencia colectiva, no reacciones emocionales. No se puede defender la democracia jugando en el terreno del caos.
Honduras no necesita héroes. Necesita personas dispuestas a no callar. Hoy, el verdadero acto de rebeldía es defender el proceso electoral como si fuera la última elección. Porque puede que lo sea.