18/04/2024
08:28 PM

El azul de diciembre

Francisco Gómez Villela

Desde niño, siempre me ha gustado el color del cielo de diciembre en mi San Pedro Sula. Azul intenso, limpio, contrasta perfecto con el verdor de las montañas de la cordillera del Merendón que limita la ciudad al oeste.

Para poder apreciar este espectáculo de la naturaleza hay que dirigir la mirada hacia arriba. Y eso es algo que pocas personas se toman el tiempo de hacer. Ver hacia arriba. Literalmente viven pegados a la tierra, sin ver la grandiosidad de lo que existe por encima.

Y por arriba también me refiero a aspiraciones, metas, capacidades, una vida mejor. La cultura, la conciencia de grupo; el negativismo, el amarillismo de la vida actual los mantienen sumidos en un estado alterado llevando vidas a medias, temerosas, esperando desgracias, con sus sueños pisoteados, porque no existen palabras de aliento y esperanza en este mundo de hoy. Todo es negativo, dramático, tenebroso, sombrío. Han creado el concepto que la vida es lucha y drama, donde no hay espacio para ilusionarse con un futuro mejor. Viendo hacia abajo es un concepto que bien pudiera identificar esta generación.

Y en nuestro país eso es cotidiano. Tenemos esa rara habilidad de ver el lado negativo de las cosas siempre. Nos sentimos cómodos en la duda, en el recelo, en la sospecha. Vemos de reojo al que decide ser optimista.

Tristemente es muy difícil salirse de ese modo de menosprecio por lo nuestro. Y eso nos lleva inconscientemente a tasar nuestras vidas en la mediocridad y a vivir por debajo de nuestras capacidades. Nos amoldamos a la conciencia de la tribu y actuamos en consecuencia. Vivimos con la mirada fija en los planos inferiores de nuestra visión, por consiguiente nuestras aspiraciones son bajas. Conformismo es el resultado de tan pobre autoestima.

Creo que las personas deben conceptualizar su propio “estado de bienestar perfecto”, y todos los días tratar de vivir en el para encontrar la armonía y paz interior. Definir una calidad de vida, y una forma de ser deseada. Tratar de ver vasos llenos, de creer en lugar de desconfiar, de buscar la bondad en todo, desechando todo aquello que los aparta del camino de ese ideal de vida. Es un buen ejercicio, mejor que revolcarse en el lodo de la preocupación, la desesperanza y la angustia. Algunos dirán que eso es vivir fuera de la realidad, pero yo replicaría, ¿la realidad de quien?

Cielo azul intenso, sin nubes, sol radiante, montañas verdes.

Así son los diciembres en mi ciudad. Un espectáculo.