24/04/2024
12:27 AM

No siempre recibes lo que das

Elisa Pineda

Hay frases que solemos repetir de generación en generación, casi como normas de vida y que no siempre corresponden a la realidad concreta, una de ellas es “hay que ser bueno con los demás, para que así lo sean contigo”.

Esa frase puede ser objeto de muchas frustraciones a lo largo de la vida, si entendemos que nuestro actuar encontrará su reflejo, como un espejo, en la manera en que seamos tratados.

Con el correr del tiempo vamos dándonos cuenta que no siempre es de esa manera, que las buenas acciones no necesariamente caen en campo fértil y a cambio recibimos nada.

Más de alguna vez me descubrí diciendo esa especie de mandato a mis hijos, hasta que en una ocasión, una buena plática con un profesional de la psicología me hizo reflexionar.

Parte de la formación en valores consiste en transmitir que debemos actuar pensando en los impactos en los otros y en nosotros mismos, no para recibir a cambio, sino porque así lo asumimos, porque es una forma de vivir.

“Hay que enseñar a los hijos a actuar por el bien de todos, sin esperar nada a cambio, sino por convicción”, me dijo. En aquel entonces, como ahora, sigo pensando que es una forma acertada de educar no solamente a los niños, sino también a los adultos.

El año que recién concluyó ha reforzado para mí esa gran lección de vida. Muchas veces –confieso que más de las que estaba preparada- recibí todo lo contrario a lo que yo he dado o he pensado que he dado.

Ingratitud a cambio de acciones hechas con amor, indiferencia luego de mucho cariño depositado en saco roto; muchas culpas puestas sobre mis hombros, a veces sin siquiera darme cuenta. Una y otra vez, he podido constatar que en efecto, la frase repetida sobre “dar y recibir” parece no tener un sustento sólido.

Otras tantas, recibí mucho más afecto del que yo misma otorgué y sentí un profundo agradecimiento por la oportunidad de encontrar personas increíbles a lo largo de los meses, que me hicieron crecer y valorar cada momento.

Dar lo mejor de nosotros por plena convicción, porque es nuestra esencia, porque damos aquello de lo que estamos hechos, es quizás una forma más sana de asumir la vida y de no cambiar a pesar de las circunstancias.

Mantener nuestra forma de ver el entorno y a nosotros mismos debe estar por encima de los demás. En otras palabras, hay que ser desprendidos, sin esperar a cambio, solo porque creemos que cada acción construye nuestro propio camino.

No siempre recibes lo que das, ciertamente, pero cada vez que das estás plasmando parte de lo que eres. Esa reflexión me lleva a continuar, a valorar todo lo que inesperadamente recibí, bueno y malo, porque no podemos depositar en los demás la conducción de nuestras propias acciones.

Dar sin esperar nada a cambio por la satisfacción de ser congruente y consistente, entre lo que sentimos, pensamos y hacemos a lo largo del tiempo.

Que el año que recién comienza esté lleno de oportunidades para dar, sin esperar, para descubrir que por todo aquello que recibimos, a pesar de la alegría o el dolor causado, siempre hay que ser agradecidos.

Ya habrá momento para retomar los temas del año, para tratar sobre los asuntos de relevancia nacional y otros de la arena internacional que nos competen. Hoy es tiempo de prepararnos para un 2022 que genera grandes expectativas para todos. ¡Feliz Año Nuevo!

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