Ejercer la paternidad

Claro, aunque en las últimas décadas la orientación familiar se ha convertido en una verdadera ciencia y se ha escrito muchísimo sobre cómo vivir correctamente la paternidad.

  • 18 de marzo de 2025 a las 00:00 -

El verbo ejercer, o el sustantivo ejercicio, suelen utilizarse para hacer referencia a la práctica de una profesión. Se habla así de quienes ejercen el derecho o la medicina. Estas actividades profesionales exigen una preparación previa y una permanente actualización para ser, precisamente, ejercidas adecuadamente y con verdadero sentido profesional. Pero rara vez se relaciona el ejercicio de la paternidad con una actividad profesional, como si esta se diera de manera espontánea, como si no necesitara ninguna preparación previa o no significara ningún esfuerzo. Y nada más alejado de la realidad.

Ser papá, sobre todo hoy, exige una permanente “capacitación”, un continuo sentido de responsabilidad y de disposición al sacrificio, una conciencia permanente de que lo que se tiene entre manos es algo muy, muy serio; más serio y complejo aún que cualquier actividad profesional.

Claro, aunque en las últimas décadas la orientación familiar se ha convertido en una verdadera ciencia y se ha escrito muchísimo sobre cómo vivir correctamente la paternidad, de modo que contribuya positivamente al desarrollo armónico de los hijos, lo cierto es que, es en el día a día, en medio del “fragor de la batalla cotidiana”, que los hombres vamos aprendiendo a conocer a los hijos, a cada uno con sus “cadaunadas”, a reconocer que necesitan de nosotros y a saber estar a su lado sin hacerles sombra, sin volvernos indispensables, sin olvidar que tenemos un rol distinto al de la madre, sin rehuir los retos que la misma convivencia nos impone.

La paternidad es también una virtud. Es decir, una serie de actos buenos que se repiten hasta que nos resultan naturales, hasta que se ejecutan sin que exijan esfuerzos heroicos. Hablo de actos como ser buenos esposos, tener una permanente disposición a la escucha, cultivar la paciencia, saber abrazar cuando es necesario y dejar de hacerlo cuando no lo es, esto último para no asfixiarlos y permitirles crecer y madurar.

Lo que es indispensable es entender que no basta con la pura presencia física, y mucho menos con la provisión de la casa, la comida, la medicina o los estudios. El ejercicio de la paternidad obliga a la actividad, como ya dije, con sentido profesional y, como en cualquier profesión, debe huirse de la improvisación, de depender del estado de ánimo, de no meter el corazón en lo que se hace.

Todo trabajo bien hecho exige esfuerzo y cuidado. Luchar por ser buen papá también.

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