Según los estudios hechos hasta el momento, únicamente un treinta por ciento de la comunicación entre las personas es hablada, o sea utilizando palabras, el resto, es no verbal.
Entre los gestos faciales, los ademanes y hasta la postura, podemos transmitirles a los otros lo que necesitamos que sepan.
Comenzando con uno de los más importantes; la mirada. No por nada se dice que “los ojos son las ventanas del alma”. Porque a través de una mirada podemos darle permiso a alguien para acercarse o, al contrario, para que no se atreva a hacerlo. Desde luego que algunas son más expresivas que otras y depende también de receptor
Entre más familiaridad, más complicidad. Entonces con tan solo ver a alguien de cierta forma, usted puede trasmitirle un sinnúmero de información acerca de sí mismo o de lo que sea que esté necesitando transmitir. Lo cual, si nos ponemos a pensar un momento, es una maravilla.
Pero también contamos con los tan útiles gestos faciales. Con los movimientos de las cejas mostramos sorpresa, enojo, frustración y hasta sarcasmo, si los unimos a los movimientos de los inquietos ojos. Y pues la boca aún sin abrirse puede gritar apatía, aburrimiento, vergüenza, molestia y hasta deseo. Insisto, es una maravilla todo esto.
¿Y qué tal las manos? Son un mundo de palabras no dichas. Las personas sordas y los italianos lo saben muy bien.
Pero igualmente eficaz a la hora de “hablar” es la manera en que nos paramos o nos sentamos. Con distintas posturas estamos declarando nuestro aburrimiento o cansancio o quizás lo cómodos que estamos. Con nuestros pies le expresamos a la chica de atención al cliente por ejemplo, que tenemos prisa. Con los hombros anunciamos que no sabemos y con la cabeza asentimos o negamos.
Si tomamos en cuenta la cantidad de tiempo que tiene la especie humana merodeando por este planeta (hace unos trecientos mil años) y la que tiene el lenguaje hablado (unos ciento cincuenta mil), confirmamos que desde el principio, no fue tan necesario para que homo sapiens sobreviviera.
Todos estamos enterados de que la comunicación es la base para toda relación, pero no todos entendemos que esa comunicación no es siempre verbal. Tampoco estamos muy conscientes de lo inconsciente de nuestras conductas. La mayor parte de las veces ni siquiera nos damos cuenta de todo lo que estamos diciendo sin decir. Así como tampoco nos enteramos de lo que el otro nos anuncia, sin anunciarlo abiertamente. Volvámonos un poquito más observadores entonces. Jacques Lacan, psicoanalista, decía: “Yo hablo con mi cuerpo y esto sin saberlo. En consecuencia, siempre digo más de lo que se”.