De frente

Todos, o por lo menos muchos, hemos tenido la experiencia de haber sido engañados, de escuchar un discurso distinto a las intenciones del que lo pronunciaba.

  • 14 de octubre de 2025 a las 23:32 -

Sobre todo en los últimos años he procurado seguir una norma de vida que considero me hace mejor persona y digno de confianza de la gente con la que interactúo cotidianamente o de manera ocasional. Se trata de no hablar mal de ninguna persona cuando esta no está presente. Eso me ha permitido ver a la cara a los que me rodean con mi conciencia tranquila y a no tener que asumir conductas hipócritas en ningún momento.

Claro está que todos los días me toca alternar con hombres y mujeres normales, que tienen virtudes y defectos, igual que yo, y que con frecuencia cometen errores, también igual que yo, y cuya conducta no siempre está presidida por la virtud. Pero, aunque mi propia familia, colegas o amigos no se comporten ejemplarmente, no me siento con el derecho de juzgarlos y menos de colocarles una etiqueta que los acompañe de por vida.

Todos, o por lo menos muchos, hemos tenido la experiencia de haber sido engañados, de escuchar un discurso distinto a las intenciones del que lo pronunciaba. Y todos hemos padecido el dolor de enterarnos de la falta de coincidencia entre lo dicho y lo hecho, de la doblez, de la falta de integridad, del que no ha ido de frente.

La amistad auténtica, y esto es muy importante, nos facilita unos niveles de confianza que nos permite corregir al que consideramos amigo, y permitirle a él hacer lo mismo con nosotros. Que nos hagan ver nuestros errores, que nos ayuden a tener conciencia de nuestras deficiencias, es algo que debemos agradecer. El cariño verdadero obliga a buscar la mejoría personal del otro. De modo que deberíamos cultivar la sana costumbre de corregir y de dejarnos corregir, en el seno de la familia o de las personas cercanas fuera de ella. Mientras se hable con respeto, con delicadeza; mientras no se busque humillar, de todo se puede hablar, todo se puede decir. Clave es usar el tono adecuado y buscar el momento y el lugar apropiado. Por cierto, un principio universal que no podemos olvidar es que “se felicita en público y se corrige en privado”.

La verdad es que se agradece que nadie juegue con la buena fama o la honra de nadie. La lucha en contra de la murmuración, del “cotilleo”, como dicen en España, debe ser constante. La prudencia, la madre de las virtudes, nos ayudará a ejercitar a una de sus hijas más valiosas: la discreción. Y parte de ser discretos consiste, precisamente, en no hablar mal de nadie, sobre todo, insisto, cuando no está presente.

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