Cuando la lluvia cala en silencio

La pregunta no es solo quién capitaliza la tormenta electoral, sino si estamos reforzando los cimientos del país para resistir cuando las lluvias pasen.

  • Actualizado: 19 de septiembre de 2025 a las 23:50 -

La mayor parte del territorio hondureño ha estado sometido en los últimos días a copiosas lluvias que han dejado a su paso huellas visibles: derrumbes, socavones y estructuras debilitadas. Esa imagen puede parecernos solo parte de la naturaleza, pero en un año electoral ocurre algo semejante en el plano social: la lluvia incesante de mensajes, promesas y encuestas va saturando el ambiente hasta socavar los cimientos más profundos de la convivencia.

Lo que no estamos viendo, porque la tormenta nos distrae, es cómo, debajo de la superficie, se desgasta la confianza ciudadana, se postergan los proyectos y se acumula un cansancio emocional colectivo. Mientras los sectores productivos siguen su curso y la vida cotidiana se mantiene en pie, el subsuelo social se humedece y cede en silencio.

En este desgaste silencioso también entra en juego la psicología de la población: la ansiedad de no saber en quién confiar, la irritabilidad que se refleja en discusiones familiares o en redes sociales, y la sensación de vivir en una competencia permanente donde todo se mide en términos electorales. Esa tensión emocional, aunque invisible en los indicadores macroeconómicos, corroe la convivencia cotidiana.

La gente sigue produciendo, estudiando y soñando, pero bajo un clima de incertidumbre que mina la esperanza y hace más frágil la cohesión social.

Sin embargo, también hay una economía invisible de resiliencia: pequeños emprendimientos, comunidades que se organizan, redes solidarias que sostienen al país en medio de la tormenta. Esa fuerza silenciosa no aparece en encuestas ni en titulares, pero constituye la verdadera base que permite resistir y avanzar.

Y es allí donde radica el verdadero riesgo: no en el estruendo del agua que cae, sino en la erosión invisible que puede hacer colapsar aquello que parecía firme.

La pregunta no es solo quién capitaliza la tormenta electoral, sino si estamos reforzando los cimientos del país para resistir cuando las lluvias pasen. Porque, al final, la democracia no se mide por lo que grita la superficie, sino por la solidez de lo que en silencio sostiene a toda una nación.

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